AUDITORIO VÍCTOR VILLEGAS
MURCIA 5 Mar. (EUROPA PRESS) -
El coreógrafo y director de la Compañía, Víctor Ullate, estrenará este jueves, en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia, 'Samsara', su obra más intimista, con escenografía del yeclano Paco Azorín y un elenco de bailarines totalmente renovado.
En esta creación, Víctor Ullate ha querido trasladar al espectador, mediante la danza, a aquellos lugares de donde procede el diverso repertorio de músicas étnicas que conforman este ballet: Egipto, Irán, India, Nepal, China y Japón, entre otros.
Según el maestro, "la danza me ha servido de nexo entre culturas dispares para aportar pinceladas de ritmo, belleza y crítica social a la situación de este conjunto de países que he visitado a lo largo de tantos años y cuyo recuerdo e influencia han marcado mi vida".
La belleza de este espectáculo reside en lo que representa dado el momento en el que fue creado, después de que Víctor Ullate pasara por varios infartos.
Una obra de danza que el propio coreógrafo no se atreve a calificar como clásica, ni neoclásica ni contemporánea, ya que asegura que "la danza es siempre arte y no se puede encasillar en una clasificación sino que sale del artista y en ella se vierte un poco de todo lo que llevas dentro".
Tanto para Eduardo Lao, director artístico de la Compañía, como para Víctor Ullate, representar esta obra en los escenarios murcianos les llena de satisfacción, pues su agradecido público les ha recibido siempre con los brazos abiertos, según fuentes del auditorio.
Samsara, término budista que significa lo contrario a 'nirvana', hace referencia al ciclo vital de nacer/morir/volver a nacer y así, sucesivamente, hasta el infinito, es un viaje interior hacia la espiritualidad más pura como reacción a un mundo exterior que pasa, sin duda, por uno de sus peores momentos.
Este viaje es, al mismo tiempo, un recorrido geográfico por el Oriente más remoto, del que, a lo largo del ballet, nos van llegando imágenes, referentes y citas.
Para esta obra, Ullate ha contado el diseño de vestuario de Ana Güell, la iluminación de Nicolás Fischtel y la escenografía del yeclano Paco Azorín, quien ha querido mantener en el espacio escénico ese componente personal y humano que conlleva la obra, indispensable en todo auténtico viaje interior.
Para ello, ha propuesto un juego sencillo y diáfano en el que el ojo humano representa el sueño, el viaje al centro de uno mismo; mientras que el ojo abierto es el símbolo explícito de la realidad consciente, representa el final de nuestro viaje, de la ficción.