Actualizado 15/11/2006 01:00

Agustín Jiménez.- Alimón, alioli, alianza, alicante, Ali babá

MADRID, 15 Nov. (OTR/PRESS) -

Salieron tres reyes al Bósforo persiguiendo su estrella al alimón, cocinando su alioli: Zapatero, un rey negro de la ONU y un señor turco que enseñaba patita blanca gesticulando que no era Ali Babá. La estrella de la alianza de las civilizaciones ha clavado todas sus puntas en Estambul: "Allá a su frente Estambul", cantaba el pirata de Espronceda. Que seguía, sin cuita alguna: "Navega, velero mío, sin temor, etc, etc..." Aunque, sin discusión, el acto de Estambul es ya el segundo mayor acontecimiento que vieron los siglos, se nos ocurren varias objeciones que nos callamos y dos o tres que no tenemos inconveniente en exponer dado que el acuerdo, o lo que sea, aun no ha entrado en vigor.

En primer lugar, la palabra "alianza" es antipática, pues siempre significó una liga contra alguien: la "santa alianza" o la "aliánsar" de las Azores. En segundo lugar, este convenio parece suponer la existencia de civilizaciones, y nada hay más dudoso. Dado que lo que de verdad separa a los dos mundos es el gran barranco de la religión, habrá que suponer que la tal alianza estará punteada de simposios entre mulás y cardenales, entre dignatarios de blanco y dignatarios de negro, variedades humanas en que es complicado vislumbrar ilustraciones seculares. Se ha proclamado que la alianza de civilizaciones es un un movimiento laico, pero nadie se lo cree. Los religiosos más descafeinados de las sectas monoteístas desearían que los laicos consideraran buenas a todas las religiones, pero lo que de verdad piensan muchos laicos es que las religiones monoteístas, es decir, las abajo firmantes, son malas. Pues de religiones monoteístas estamos hablando. No consta que Zapatero haya invitado al Dalai Lama ni a un forofo de la física cuántica. Lo ha entendido bien la leal oposición de Zapatero, que ha criticado como incoherente que el primer ministro turco se vaya a ausentar el día en que lo visita el papa. O sea, que no estamos hablando de civilizaciones sino de otra cosa. Un capítulo central del acuerdo parece ser la censura de los medios de comunicación. Si ya nos estaba vetado pitorrearnos de los judíos, las víctimas del terrorismo, los representantes de nuevos sexos o los cantantes de rap, que, faltaba más, también son cultura, ahora se prohíben eternamente las caricaturas y los juegos de moros y cristianos. Las asociaciones folclóricas de Alicante y alrededores tendrán que desfilar por la Quinta Avenida sin moros enturbantados, desperdigados que están ahora en la construcción y la hostelería.

Es obvio, en cualquier caso, que este tipo de iniciativas es más edificante que la formación de escuadrones tipo "ánsar". En el peor de los casos, la iniciativa será inútil. Y tiene la ventaja de desviar el centro de atención desde Washington, irremediable y justamente desechada como capital del mundo, por la aldea de Belén, en Palestina, adonde llegará la estrella de Estambul en navidad. Nuestro presidente puede encontrar en la empresa una fuente de serenidad, consuelo y perfeccionamiento moral. Aunque antes de pronunciarnos definitivamente al respecto, esperamos con impaciencia una de las valientes declaraciones de Mariano Rajoy en su calidad de "realidad nacional".

Agustín Jiménez.