Actualizado 14/03/2007 01:00

Agustín Jiménez.- El día más feliz de su vida

MADRID 14 Mar. (OTR/PRESS) -

Enormes cabreos esta semana en el mercado público. Por ejemplo, los ortodoxos judíos están indignados con las cesiones de su gobierno. La verdad es que el primer ministro lleva tres meses sin declarar una guerra (en el otro bando, Al Qaeda está mosqueada con Hamas por razones parejas) y Yahvé está de morros. Refiere "Haaretz" que uno de cada cuatro judíos ultraortodoxos considera que la enfermedad y el coma de Ariel Sharon son un signo del cabreo divino. Sharon, en coma en el hospital, fue el soldado impertérrito de Shabra y Chatila, el pusilánime que encendió la segunda Intifada, pero no basta. En otro orden de cosas, el presidente y diversos ministros del pueblo elegido están encausados por violación (a mujeres creyentes, no a árabes insignificantes) y, en El Salvador, un embajador de Sión ha trapicheado en aventuras sadomaso. En Israel se abre paso el relativismo.

Broncas igualmente, de las que ya no se veían, del tiempo de las colonias, en Hispanoamérica. El gran timonel Chávez contraprograma un viaje para darle en las narices al cadáver político de Bush, que "ya ni huele a azufre". A punto de irse, Bush cayó en la cuenta de que aun no ha inspeccionado el patio trasero de su casa. Ahí lo esperaba Chávez, de camisa roja y con una escoba. Un choque circense animadísimo para el espectador foráneo, que no tiene que elegir entre los dos, entre el histrión problemático y el torturador analfabeto.

Broncas también y nervios de punta en la campaña francesa a medida que las estadísticas descuajeringan el diario de ilusiones de los candidatos, que lanzan la red a río revuelto en los caladeros esquilmados. La última polémica es la de la identidad. Así como los navarros de Rajoy quieren ser navarros, los franceses quieren seguir siendo franceses. Sarkozy adula a las jaurías de Le Pen, Ségolène sigue metiendo la pata, asciende el indefinido Bayrou. La encuesta de la semana publicada en "le Monde" revela que seis de cada diez franceses están tan hartos de la izquierda como de la derecha.

Los italianos siguen hundiéndose con Prodi, tan hundido a su vez que, como Estados Unidos con Irán, anuncia conversaciones con Berlusconi. Los bosnios siguen sin digerir que la comunidad internacional no haya condenado los crímenes de Serbia. Los bosnios se enfadan sin motivo. La comunidad internacional no tiene la más remota idea de qué hacer ni con ellos ni con los serbios. Los europeos, en general, también están cabreados: con Estados Unidos por lo de siempre y por el escudo antimisiles; con Polonia, que ni come ni se deja comer ni acaba de salir de la sacristía; con Alemania, por el ya fallido liderazgo de la Merkel: ¿Cómo esperaban que un país con tantos intereses propios les sirviera de locomotora?

En Inglaterra, o quizás en el Reino Unido, los trabajadores están que trinan: jubilación retrasada hasta la edad provecta, recorte de sueldo de los hombres para aumentar el de las mujeres*. Pero también en Inglaterra se han declarado varios focos de optimismo tontorrón. El detestadísimo Tony Blair consuma su tercera vía hacia la igualdad social habiendo convertido a Londres en la ciudad más rica del mundo (no la más justa ni la de mejores servicios, como es fácil de comprobar) y legando en testamento una victoria que los extremistas del Ulster (el País Vasco de allí) han fraguado tras una campaña en que sólo han discutido de seguridad social y educación. 'The Times'... le pregunta al inhóspito, al presbiteriano vencedor, al reverendo Paisley por qué ha estado cuarenta años cabreado diciendo a todo que no.

Otro cabreo que se ha acabado, una vez conseguido el objetivo de generalizarlo en el país, es el Mariano Rajoy. Era como el vino de Asunción, que "ni es blanco ni es tinto ni tiene color" y acaba de descubrir las dotes por las que fue enviado al mundo. Lo que reclama es confuso y un pelín inmoral (la prueba es que lo apoyan los obispos), pero la mar de eficaz. Y lo que cuenta más: él es un hombre nuevo. La primera manifestación que ha organizado le ha deparado, según palabras propias, "el día más feliz de su vida". Su vida política. Antes había celebrado el día de su primera comunión.

Agustín Jiménez.

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