Actualizado 22/11/2006 01:01

Agustín Jiménez.- Ségolène y los puntos cardinales

MADRID 22 Nov. (OTR/PRESS) -

Algunos piensan que el notición de la semana ha sido la confirmación de Ségolène Royal como candidata a la presidencia francesa. Allá ellos. Los suyos dicen que es mujer y muy innovadora. Lo de mujer es un caso de discriminación positiva, como cuando se elogia al soso de Montilla sólo porque es charnego. Sus méritos innovadores, aparte de un par de propuestas que no se han entendido, se reducen, de momento, a repetir varias veces al día que no hay que temer a las nuevas ideas; como cuando Rajoy, nuestra gran "realidad nacional", confirma que hay que atenerse al sentido común. ¿Qué quiere decir "sentido común"?, ¿qué quiere decir "nuevas ideas"? La novedad es igualmente la obsesión del previsible opositor de Ségolène, el pequeño gran hombre Nicolas Sarkozy, terror de la canalla. Los discursos de Ségolène y de Sarko, centrado en la innovación y, sobre todo, en nuevas formas de disciplina, son prácticamente intercambiables. Uno es húngaro, la otra nació en Senegal. Uno tuvo ascendientes que le transmitieron remolinillos en el pelo; a la otra le dio vida un militar. Materna y piernacruzadita, Sególène representa un sueño de chica Telva pero, aunque hable más brusco, Sarko es muchísimo más musical. Su señora, a quien ha rescatado de la infidelidad con toda clase de tretas, desciende de Albéniz y es una forofa de Robbie Williams; él mismo ha inspirado infinidad de baladas rap, convertido en musa de la canalla inmigrosa y gasolinera. No sólo por eso, su matrimonio es más interesante que la coyunda que mantiene Ségolène con el secretario del partido socialista francés (que se llama "Holanda"). A la pareja Ségolène-Hollande no tenemos dificultad en imaginarla tomando un vermut con Rajoy el domingo después de la misa de 12. Y, sin embargo, muchos creen que con Ségolène vendrá la renovación. Bueno, otros lo creen de Sarkozy. Y tampoco son tantos los que lo creen. Una encuesta de ayer o de anteayer afirma que al 65% de los franceses se la refanfinflan estos dos y todos sus colegas.

La derecha formal está preocupada porque Ségolène le come su propio terreno. La izquierda antiliberal está encantada porque se lo deja libre. Así como el flexible Sarko, por su contundencia en enterrar a los barones de su partido (el agarradizo Chirac, el acartonado galán Villepin) se antoja ser un personaje de izquierdas (eso sí, la "verdadera" izquierda), Ségolène, tan modosita y tan dura, puede pasar por una chica de derechas sin complejos y abierta a la modernidad (pues la "verdadera derecha" tiene grandes valores y conviene recuperarlos).

Dicho esto, ¿qué nos queda si no envidiar a ese 30% de franceses al que aún le pone la política? La verdad es que, cualquiera que sea el punto cardinal que por fin los albergue, los dos candidatos (y otros muchos que merecerían serlo), son gente presentable, capaz de hilar cinco palabras en una oración, marcar un punto y enlazar dos oraciones y hasta tres y cuatro y componer un párrafo. Ambos controlan la gramática, esa urbanidad de la lengua, tras haber superado con éxito la educación general básica, y, a la vez, han sabido desarrollar una rebelde capacidad de interrogación. Independientemente de lo que ellos mismos pretendan hacernos creer, de que sean de izquierdas o de derechas, de norte o de sur, tienen glamour y no nos cabe duda de que son seres de este mundo. Observen a los políticos españoles, agramáticos, groseros, incultos, trasnochados, desnortados, odiosos incluso para los suyos. Contemplen a los dos partidos principales de la España del ladrillo en esa liza zarrapastrosa que no ganará el más brillante ni el más zalamero sino el partido que logre demostrar que el otro partido ha robado más. Francia es un país con dificultades pero situado al norte. A España le va bien. Quizás esté al sur.

Agustín Jiménez.

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