Actualizado 07/11/2006 01:00

Andrés Aberasturi.- Predicando lo obvio

MADRID 7 Nov. (OTR/PRESS) -

El destino -siempre se ha dicho- gasta bromas pesadas; Cuando Mas firmaba ante notario la exclusión expresa del PP en posible pactos post electorales, estaba lejos de imaginar que el excluido por el resto de las fuerzas políticas catalanas iba a ser precisamente él sin necesidad de que los viejos componentes del tripartito pagaran por la firma de "yo, el Notario".

Pero muchos no nos preguntamos ya ni por qué esta nueva edición de lo que no fue precisamente un éxito (y tanto es así que ya no quieren ni llamarle "tripartito", y por algo será). Lo que cada vez más nos preguntamos es qué clase de democracia es esta en que los partidos más votados son los único que se quedan sin gobernar; aquí, o ganas por mayoría absoluta o te quedas de miranda y en los bancos de la oposición aunque seas el partido más votado. Aquí alguien pierde escaños pero se convierte en el amo del calabozo y abre y cierra puertas según el trozo de la tarta que le ofrezcan. Aquí, partidos nacionalistas respetabilísimos en sus realidades pero a los que no les interesa nada España, hacen y deshacen en el Congreso que legisla para todos los españoles y, encima, con un coste en votos ridículo: mientras a IU un diputado le cuesta lo que un traje de Loewe (perdón por la comparación), los nacionalista tienen grupos parlamentarios sacados de todo cien.

Luego nos dicen que estamos obsesionados con nuestra Ley Electoral. Pero es que con el actual sistema sólo se cumple la literalidad del viejo principio que hablaba de "un hombre, un voto". Lo que no se dice es que si el hombre o el voto son nacionalistas, entonces ya no es uno sino que vale por un montón. ¿Es esto justo? Claro que no, pero tenemos tanto miedo a parecer lo que no somos, que nadie se atreve a meter mano en una ley trasnochada que fue válida para un momento histórico en los que había casi más partidos que ciudadanos.

-Así que usted se niega a que los nacionalistas tengan voz y voto.

En absoluto. Para eso tendría que estar, y funcionar, claro, el edificio que hoy alberga la biblioteca del Senado, que estar, está pero que sigue siendo una risión después de no sé cuantos años de democracia.

Pero al Congreso deben llegar los que más votos tengan en una elección estatal, con listas abiertas y no bloqueadas. ¿Que no les apetece o no se atreven los partidos estatales? Pues allá ellos, pero ya se ve el efecto dominó de todo esto: Carod y Saura en el Gobierno de Cataluña y en el Congreso de España con su puñado de votos y dejándose querer por los que vienen respaldados por la mitad de los ciudadanos y mercadeando prebendas para sus realidades y/o naciones al resto del país. Así no hay forma, pero es que cansa predicar cosas tan obvias en un desierto lleno de intereses creados.

Andrés Aberasturi.

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