MADRID 28 Nov. (OTR/PRESS) -
Viernes 27 de noviembre del año de gracia 2009. Las vicepresidentas del Gobierno (primera y segunda) desvelan a los medios el secreto mejor guardado de ZP: el famoso proyecto de ley de la Economía Sostenible con el que, según Leire Pajín -que es muy dada a la cosmología- "iniciaremos el camino que permita a este país liderar en Europa y en el mundo una economía más productiva*" Después de oír semejante afirmación a doña Leire y después de todas las referencias que el Gobierno había hecho sobre esta Ley, esperábamos algo de gran entidad, una revolución auténtica que dejase boquiabiertos al resto de países y nos convirtiera, efectivamente, en los grandes lideres de Europa y el mundo. Y no sé yo.
Es malo escribir casi sobre la marcha, pero tras escuchar atentamente a las dos vicepresidentas, la sensación que uno tiene es contradictoria y me explico. Prácticamente todo lo anunciado parece positivo, justo y necesario; hasta ahí todo bien. La duda es si lo que contiene este proyecto de Ley forma realmente un "corpus" que obedezca a la idea general de una economía sostenible o es más bien un saco en el que cabe todo: desde la reforma de la educación hasta lo que no dejan de ser buenos deseos, pasando por ayudas fiscales para la rehabilitación de viviendas. Uno ve el conjunto de medidas expuestas -y pensadas para toda una década- y concluyes que, más que un proyecto de ley, lo que se aprobó en el Consejo de Ministros es un programa electoral. Naturalmente todo confluye, depende, influye en la economía, pero esa es una disculpa muy pobre para justificar esta amalgama de objetivos tan dispares en un solo proyecto bajo nombre tan rimbombante: Economía Sostenible.
Insisto en que, por separado, casi todo parece de entrada válido aunque sea más de lo mismo y nada tenga que ver -como no podia ser de otra manera- con un cambio de modelo económico; pero las ideas están bien aunque no pocas son de difícil concreción: la internacionalización de las empresas o el acortamiento a un mes para que los ayuntamientos pagues sus deudas; como dijo un compañero en la rueda de prensa: si ahora están obligados a hacerlo en dos meses y no lo hacen, ¿por qué me voy a creer que con esta Ley lo van a hacer en uno?
Por resumir: vale lo anunciado pero que no quieran venderlo como un todo pensado para cambiar el modelo. Lo que se contiene en el proyecto de Ley es una cosa de aquí y otra de allá, algunas que ya estaban en marcha (algo muy del gusto de este Gobierno: revender ideas una y otra vez) y unas cuantas más que nunca pasarán de ser deseos. Y desde luego lo que no va a hacer es cambiar el modelo entre otras cosas porque el modelo es el que es y no sólo en este país sino en el mundo que nos rodea. Si a lo que se refieren es a que van a acabar con la cosa del ladrillo, pues va a ser que sí pero no por decisión gubernativa ni por proyecto de ley alguno, sino por algo tan viejo como es la oferta y la demanda. Ya quisiera este -y cualquier gobierno- poder incentivar la construcción que eso si que crea puestos de trabajo. Pero lo hemos hecho tan mal que ahora toca pagar las consecuencias. Y las pagamos, pero, desengáñense, dentro del mismo sistema económico aunque por otros derroteros que tendremos que inventarnos y potenciar sobre la marcha.