Actualizado 31/05/2008 02:00

Antonio Casado.- Predicadores del alba.

MADRID 31 May. (OTR/PRESS) - En el incendio del Partido Popular, que está siendo penalizado por los ciudadanos, según la última encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), las llamas de dentro, las que se alzan dentro de la pirámide organizativa del partido, son de las que calientan pero no queman. Fuego fatuo, podríamos decir. Peor es lo de fuera, los pelotones de fusilamiento verbal que disparan desde trincheras mediáticas sin reparar en los límites de la libertad de expresión.

El reciente paso por los juzgados del polémico periodista de la COPE, Federico Jiménez Losantos, con cobertura de los obispos españoles, sirvió, entre otras cosas, para reabrir el debate sobre la utilización del Periodismo como palanca de intervención en el ámbito de las relaciones de poder, al margen de las reglas de la política, pero también al margen de las reglas del Periodismo.

Y a veces, también al margen de la ley, pues en el pleito de Gallardón y Losantos hablamos de un supuesto de transgresión de normas legales. En este caso, nada menos que el Código Penal. Recordemos que la acusación del alcalde de Madrid contra el periodista es por el delito de injurias graves, según las alegaciones del querellante. Las pruebas principales, que se verán dentro de unos días en fase pericial, celebrada ya la testifical), son grabaciones en las que se oye a Losantos decir que "con tal de seguir en el poder al alcalde no le importa que los madrileños mueran de doscientos en doscientos", o calificar al alcalde de Madrid de "traidor", "bandido" y "mentiroso".

Por cierto, que lo del miércoles pasado en el Juzgado parecía una derivada de la crisis interna del PP. Otra aberración, consecuencia de mezclar sistemáticamente el oficio periodístico con la política. Con insólito e inesperado desenlace: los predicadores del alba, sindicados para la demolición de Mariano Rajoy, han roto las relaciones con quienes hasta ahora eran sus mejores terminales en el partido. O sea, Esperanza Aguirre, Eduardo Zaplana, Angel Acebes e Ignacio González. Por desafección testifical a la noble causa de la libertad de expresión encabezada por Jiménez Losantos -según videncia propia, claro- y el incondicional apoyo de Pedro J. Ramírez.

Sobre esos virtuosos de la opinión publicada, por otra parte, giran los climas artificiales fabricados para derribar a Rajoy y multiplicar los efectos de la crisis interna del PP. Porque, dicho sea de paso, la ruidosa conjura mediática contra el presidente del PP no tiene semejante parangón en las filas del partido. No hasta el nivel de las apariencias creadas. Lo más visible corre a cargo de Esperanza Aguirre y Mayor Oreja. Aznar, el refundador, no está, ni se le espera, en la conspiración. Y Rato no quiere saber nada, ni de Rajoy ni de Aznar. Lo demás son voces dispersas que se agotan en el minuto de gloria mediática obtenida por disparar contra el jefe.

Antonio Casado.

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