MADRID 12 May. (OTR/PRESS) -
El PP vasco, que preside Antonio Basagoiti, celebra este fin de semana su congreso regional. Una buena coartada para romper el pacto con el PSOE, clave de la estabilidad política vasca de estos últimos tres años. Coartada legítima y probablemente indicada para afrontar el novísimo escenario político que alumbrarán las próximas elecciones autonómicas, con predominio nacionalista, sin ETA y con sus amigos políticos pisando fuerte en el Parlamento de Vitoria.
La ruptura del pacto PSE-PP tiene sentido como una forma de irse preparando para afrontar el nuevo rompecabezas político del País Vasco. Pero no como una forma de indignarse por el hecho de que el Gobierno vasco, presidido por el socialista Patxi López, le venga haciendo la contra al Gobierno de Mariano Rajoy, en todo lo relacionado con la lucha contra la crisis económica, incluidos los recortes en Sanidad y Educación. Sin embargo es el motivo esgrimido públicamente por el líder del PP vasco cuando a principios de semana anunció que retiraba su apoyo al Gobierno de López y que, en su opinión, lo mejor que podía hacer el lehendakari era disolver el Parlamento autonómico y convocar elecciones. Según Basagoiti, no tiene sentido que el PP apoye en Vitoria a quien ataca al PP en Madrid por cuenta de la agenda reformista dictada desde Moncloa.
Excusa poco creíble. Se diluye en el pragmatismo de este movimiento de Basagoiti. Un regate, un autopase al espacio libre. La idea es ir preparando la consabida diferenciación de su partido ante el nuevo escenario político vasco. La oposición de Vitoria a los recortes de Madrid no es el verdadero motivo. Si lo fuera, el PP catalán también tendría que romper las relaciones con la Generalitat. Y apuesten ustedes a que eso no lo va a hacer Alicia Sánchez Camacho. A pesar de las apariencias, al presidente Rajoy no le interesa en absoluto romper con los nacionalistas de Artur Mas representados en el Congreso.
Otro tanto se puede decir de esa extravagante exigencia del PP vasco para que el lehendakari anticipe las elecciones, aunque solo sea al otoño de 2012 (tocan en la primavera de 2013). Ese adelanto solo le interesa al PNV y por eso le faltó tiempo para reclamar del lehendakari una cuestión de confianza. Pero perdió la voz cuando López le invitó a presentar una moción de censura, que es la única posibilidad de echar a los socialistas antes de tiempo. Harían falta los 13 escaños del PP, muy poco interesados en acelerar el retorno del nacionalismo a Ajuria Enea.
En mi opinión, en fin, la ruptura del pacto PP-PSE, que ha funcionado como recuperador de la normalidad democrática después de treinta y tantos años de agobiante reinado nacionalista, viene a ser precisamente el resultado de esa normalidad. En Euskadi hoy la gente sale a la calle con los hombros más ligeros. Y en el resto de España no vivimos pendientes de la última ocurrencia soberanista. Aunque puedan volver las ocurrencias, sin pistolas será otra cosa.