MADRID 4 Oct. (OTR/PRESS) -
Se había dicho que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, abanderado de la consabida quimera independentista, venía a la Conferencia de Presidentes con la intención de no dar cuartos al pregonero. Y menos en Madrid. Por eso se abstuvo de referirse al llamado pacto fiscal o al mandato del Parlament por una consulta de autodeterminación. El resto de participantes lo celebraron porque tampoco ellos querían hacerle el juego y la campaña. No está el horno para bollos. Como suele decir el presidente gallego, Núñez Feijóo, a nadie se le ocurriría plantear una operación de cirugía estética en un paciente que se está muriendo. Lo que de verdad importa es la lucha contra la crisis económica, ceñida aquí y ahora en reducir el déficit público a los niveles comprometidos con Bruselas.
Imposible ganar esa batalla sin la implicación de las Autonomías, que se llevan la parte del león en la distribución de los recursos disponibles. Y, por tanto, las que asumen el mayor porcentaje de gasto público en tres de los cuatro grandes capítulos del llamado Estado del Bienestar (Sanidad, Educación, Dependencia y Pensiones). En ese sentido es muy buena la imagen de unidad contra la crisis que desprende el documento aprobado por unanimidad y la foto de familia inmediatamente remitida a Bruselas, donde se ve a las autonomías españolas como un pozo sin fondo a la hora de gastar.
Todos contra el déficit público. Eso pretendía Mariano Rajoy y eso ha conseguido. Al menos en términos de imagen el mensaje no puede ser más grato a los mercados y a los jerarcas europeos. Lo demás es de consumo interno, en los términos expuestos al final de la reunión por el lehendakari, Patxi López, al advertir de que la apuesta conjunta por la austeridad no debe encubrir las diversas formas de valorar el sistema de financiación autonómica. Por ejemplo, a los presidentes no les gusta que la Administración Central se adjudique un umbral de déficit muy superior al que exige a las Autonomías. Por no hablar de los inevitables agravios comparativos en la distribución de los recursos. En esos dos puntos fueron coincidentes todos los presidentes, si bien se aceptó por responsabilidad aplazar el debate al año que viene, cuando toque negociar en el Consejo de Política Fiscal y Financiera un nuevo sistema de financiación.
En resumen, aunque sea por una cuestión de imagen -importa mucho en una crisis de "intangibles" como ésta- hay que alegrarse del resultado de la reunión del martes en el Senado. Ahí termina el recorrido de la escenificación de la remada conjunta contra la crisis en un marco carente de encaje institucional como es la llamada Conferencia de Presidentes. El comunicado final de la misma se queda en la solemnización de la buena voluntad de las autonomías, incluida esa vaga apelación a la necesidad de seguir avanzando en la adopción de medidas orientadas a "favorecer el crecimiento", incluida a petición de los tres presidentes socialistas.