MADRID 29 Nov. (OTR/PRESS) -
Está muy claro el dilema de Mas: gobernabilidad o caos. Salvo que queramos añadir como alternativa su propia espantada (retirada de la vida política como consecuencia lógica de su fracaso personal) o una nueva convocatoria de elecciones. Más verosímil lo primero que lo segundo pero, tal y como ha quedado el tablero político catalán después de las elecciones del 25 de noviembre, todo es posible.
De momento, las manifestaciones de cada una de las tres fuerzas políticas capaces de completar matemáticamente una cómoda mayoría parlamentaria (ERC, PSC y PP) no parecen estar por la labor. La que parte con más posibilidades es ERC. Comparte con CiU la propuesta secesionista, previo paso por un referéndum, pero en el eje económico-social están a años luz. El partido de Oriol Junqueras exige el fin de la política de recortes y medidas reactivadoras, justo lo contrario de lo que a un gobernante de derechas le imponen las circunstancias. Y también justo lo contrario de lo que imponen los jerarcas de Bruselas y el Gobierno de Mariano Rajoy, abducidos por la necesidad de combatir el déficit público a toda costa.
Y si ERC le da la espalda a CiU, o CiU llega a la conclusión lógica de que aparearse con los republicanos es imposible porque llevaría las de perder con la parte radical del tándem, ¿quién o quiénes harán el papel de costaleros de Artur Mas? El PSC, ni soñarlo. También tiene el corazón en la izquierda a la hora de tragar con los recortes. Y, sobre todo, están demasiado ocupados en curarse sus propias heridas.
Aparte de Mas y su gente de CiU, que son los ganadores de las elecciones, nadie más está directamente concernido o interesado en la gobernabilidad de Cataluña y el saneamiento económico de la Generalitat. Con una excepción: el Gobierno de la Nación. De modo que tampoco sería descartable que entre la gobernabilidad y el caos el PP catalán eche una mano. Por mandato imperativo del Gobierno central, que es de su mismo partido. No hace falta que Mas se lo pida. Evidentemente no lo va a hacer.
Con la mera renuncia de los 19 diputados del PP a desestabilizar al Govern, simplemente por responsabilidad institucional, estaría garantizada la gobernabilidad. Con una sola condición: que CiU aparcase su desafío secesionista al Estado. No lo descartemos. A Mariano Rajoy le viene bien que Mas se incorpore a la lucha contra el déficit público y Mas necesita la ayuda del Estado para pagar las nóminas y evitar la bancarrota de la Generalitat. No se trata de que el PP apoye a CiU en Cataluña mediante los mecanismos habituales de gobierno en coalición o apoyo parlamentario. Se trataría únicamente de que los 19 diputados pilotados por Alicia Sánchez Camacho renunciaran a desestabilizar al nuevo Govern. Al fin y al cabo, una buena alternativa al caos, si van fallando todas las demás.