Actualizado 01/05/2010 14:00

Antonio Casado.- Varela y los falangistas.

MADRID, 1 May. (OTR/PRESS) -

También en la judicatura hay colisión de personalidades estupendas. Choque de egos que a veces explican los pleitos de largo alcance mediático. Como el protagonizado por Garzón, de la Audiencia Nacional, y Luciano Varela, del Tribunal Supremo. Ambos comparten un común encuadre en el bando de los llamados "progresistas" y, sin embargo, se profesan una mutua antipatía.

Se recuerda la enemistad declarada de Varela contra Garzón cuando éste quiso ser presidente de la Audiencia Nacional y aquél hizo lo posible por evitarlo. La más reciente es la instrucción de la causa que por presunta prevaricación dirige Varela contra Garzón en línea con la acusación popular, que no pública, formulada por Falange Española y el llamado sindicato Manos Limpias. Garzón se defiende como puede. Ha recusado a Varela por mostrar "interés directo" en promover la acción de los dos grupos ultraderechistas mencionados (Hay un tercero, pero integrado en la dirección letrada de Manos Limpias).

De los dos, solo queda uno. Antes incluso de que Garzón impugnase los escritos en los que Varela explicaba a dichos grupos, los querellantes, cómo debían redactar y presentar sus alegatos, éste ya había expulsado de la causa a los falangistas. Con la excusa formal de haber presentado fuera de plazo el escrito de acusación, pero la cuestión es más de fondo si recordamos que se trata de la frustrada causa penal contra el franquismo y sus cómplices falangistas respecto a los crímenes cometidos por el bando vencedor de la guerra civil.

A la espera de conocer el desenlace del incidente de recusación de Garzón contra Varela, para lo que aún pasarán cuatro o cinco semanas, conviene profundizar en la decisión tomada por éste para retirar de la causa a los falangistas. Cuando estos presentaron el escrito fuera de plazo le dieron la excusa para expulsarlos de la causa y evitar así que le siguieran aplicando el dime con quien andas y te diré quien eres. Hubiera sido injusto porque no responde a la realidad, aunque su afán de dar un escarmiento a Garzón le había llevado a correr ese riesgo.

Se quita el sambenito un poco tarde. Cuando ya había incurrido en algo parecido a la vulneración del principio de imparcialidad, al convertirse de hecho en asesor de una de las partes. A la que instó a suprimir valoraciones políticas y ceñirse sólo a los aspectos judiciales, sobre todo en el punto en el que había que calificar la conducta y las decisiones de Garzón como injustas a sabiendas de que lo eran.

Las espadas están en alto. El incidente de recusación será tramitado por un juez que se nombrará al efecto. Tiene diez días de plazo para practicar pruebas y hacer una propuesta a la Sala de lo Penal del Supremo que, en definitiva, decidirá si confirma o retira a Varela en la instrucción de la causa contra Garzón.