MADRID 9 Nov. (OTR/PRESS) -
Debió ser de tomavistas el encuentro de Zapatero y Montilla cuando, al regreso de aquel de Montevideo, se encontró el "tripartito", que ahora se llama "Entesa", ya terminado de cocinar por el ex ministro. La resignación del presidente se impuso a cualquier otro impulso, incluido el de un eventual recurso al principio de autoridad.
Todo el mundo sabía que en Moncloa no se apostaba por un nuevo "tripartito". Pero tampoco Zapatero peleó demasiado por una coalición CiU-PSC con Mas de "president", al descubrir hasta qué punto sus compañeros catalanes no estaban de ninguna manera por la labor de entregar el poder a los nacionalistas, sus adversarios de toda la vida, a cambio de unas cuantas consejerías y, eso sí, el aplauso de Zapatero, cuyo deseo era el de disponer de estos escaños nacionalistas en el Congreso y complacer al empresariado catalán. Pero Zapatero ya ha perdido su margen de maniobra para seguir interfiriendo en la política catalana. La primera vez, en vísperas de su llegada a la Moncloa, con la idea de mirarse en el espejo catalán, fue para apostar por el Estatut, por el tripartito y por la figura de Maragall. La segunda, para pastelear el Estatut a espaldas del PSC, cargarse el tripartito y decretar la muerte política de Maragall, en una secuencia política que aún tenemos todos bien fresca en la memoria.
Una tercera ofensiva de Zapatero para que las cosas se hicieran de nuevo a su manera en Cataluña hubiera sido insoportable. Así que en esta ocasión se ha remitido a las generales de la ley: respeto a la autonomía del PSC, como mandan los estatutos del partido, dentro de la organización del PSOE. O sea, que ahora se limita a verlas venir. Ya había dicho en Montevideo que los pactos debían realizarse en "el ámbito de Cataluña". Quedaba bien, pero al presidente le perjudicaba el historial. Así que no quiso arriesgarse a comprometer aún más su crédito personal con extemporáneos ejercicios de autoridad.
Ahora quedamos todos muy pendientes de saber si los propósitos de enmienda anunciados por Montilla alcanzan también al próximo vicepresidente del "Govern". De momento sabemos que, según ha declarado, prefirió el "tripartito" porque era la fórmula que más molestaba al PSOE. Si se trata de un desahogo, la chulería se agota en sí misma. Pero si es una declaración de intenciones, me temo que la inestabilidad va a subir unos grados, tanto en la política catalana como en la nacional. Al menos hasta la celebración de las próximas elecciones generales, cuyo eventual adelantamiento es ahora más verosímil. Por la situación catalana y por el delicado momento que está atravesando el mal llamado "proceso de paz". En todo caso, la noticia es el retorno de Carod. Grandes tardes nos va a dar todavía este inefable personaje.
Antonio Casado.