MADRID 26 Dic. (OTR/PRESS) -
El Rey acertó en forma y fondo. Desde un punto de vista formal, la puesta en escena de su alocución navideña, con el nacimiento y el árbol en un segundo plano, debe servir para acallar las criticas de quienes objetaron con preocupación que la Familia Real, de innegables principios cristianos, hubiera enviado como felicitación oficial de la Navidad 2006 una aséptica y neutra fotografía de la fachada del Palacio de la Zarzuela cubierta por una nevada, convencidos de que la Monarquía no quería desentonar del laicismo imperante que arrambla con los belenes y no felicita por la Navidad sino por el "Solsticio". Por lo que respecta al fondo, el discurso de S.M. el Rey no pudo ser más acertado y oportuno desde una vertiente coyuntural. Nadie que escuchara al Rey sin prejuicios políticos, con sentido de Estado y un acusado recuerdo de los tiempos de la Transición, puede disentir de sus palabras.
El discurso navideño del Rey lo suscriben de principio a fin la inmensa mayoría de los españoles que han participado de forma directa e indirecta en los últimos 27 años de la España democrática y en libertad. El mensaje giró en torno a la idea de una España constitucional que ha conseguido el mayor tiempo de prosperidad, bienestar y progreso de toda su historia. Nada habría sido posible, según las certeras palabras del Rey Juan Carlos, sin la generosidad, reconciliación, espíritu de concordia y común voluntad de construir una España democrática , moderna, unida y respetuosa de su rica diversidad en torno a una Constitución de todos y para todos , producto del mas amplio consenso entre los españoles.
Las apelaciones constantes que el Rey hizo al consenso para solucionar los principales problemas de los ciudadanos evidencian la preocupación del Jefe del Estado por el desencuentro permanente en el que viven los dos grandes partidos, PSOE y PP, garantes de la unidad de España y de su estabilidad. Las llamadas al sosiego de la vida política y, sobre todo, al fin del terrorismo dentro del marco de la Constitución, con el recuerdo sincero a las victimas y sus familiares, a quienes debemos respeto, apoyo y solidaridad, no dejaron lugar a dudas sobre la opinión que le merece al Rey el proceso de negociación con ETA , en línea coincidente con quienes no deseamos que Batasuna y la banda terrorista consigan sus propósitos a cambio de perdonarnos la vida. Como ha señalado Rubén Múgica, hijo del dirigente socialista asesinado Fernando Múgica, las palabras del rey deberían servir para que Zapatero reencauzara su "proceso", oscuro y turbio, a través del cual no se quiere liquidar a ETA sino a la oposición. Y el marco definitivo es la Constitución. ANTONIO JIMENEZ