MADRID 15 Nov. (OTR/PRESS) -
El informe presentado por el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, a la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, sitúa el problema en sus justos términos al enlazar las preocupaciones de una parte importante de la opinión pública con el reconocimiento del Gobierno de las dificultades por las que atraviesa la negociación con ETA. Es un primer punto que puede tranquilizar a quienes apoyan la iniciativa del Gobierno pero desconfían de que este proceso se esté conduciendo desde los parámetros de rigor imprescindibles para salvaguardar la esencia del Estado de Derecho.
Frente a esta declaración realista del Gobierno, el PP se ha vuelto a echar al monte en el ejercicio de unos tremendismos que le descalifican como partido de la oposición porque, entre otras cosas, alivian a sus posiciones de cualquier posibilidad de influencia porque sus actos no pretenden controlar al Gobierno sino obstruir todas sus políticas.
Este es el momento en que el sentido de la responsabilidad debe impeler a apoyar al Gobierno justo en el momento en que la crisis aflora en forma de reto de ETA y sus organizaciones subordinadas al Gobierno y, por extensión, a toda la sociedad.
Está ocurriendo que el miedo a un fracaso del proceso de paz determina un pesimismo generalizado por la respuesta que pueda desencadenar ETA en su cerrazón. Nada sería más perjudicial para la democracia que relacionar el fracaso de la iniciativa respaldada por el Congreso de los Diputados con un incentivo a ETA para volver a matar. La naturaleza de ETA es el crimen mismo, en una organización terrorista que ha sufrido el mismo proceso que todas las bandas de esta naturaleza. Llega un punto en que los procedimientos -el asesinato y la expansión del terror- se constituyen en objeto mismo de la organización, en la que ya no se puede disociar el crimen de los objetivos políticos que quieren conseguir porque desconocen otra forma de alcanzarlos que la violencia y el miedo.
Cerrar filas con el ejecutivo es lanzar un mensaje nítido desde todas las terminales sociales de que José Luís Rodríguez Zapatero no ha hecho otra cosa de intentar abreviar el final de esa miseria moral que es el terrorismo de ETA. Si, como parece que va a suceder, se comprueba que ETA nunca ha querido entregar las armas sin precio político, la respuesta del Gobierno y de toda la sociedad tiene que ser fulminante, rotunda y sin remedos de temor por la reacción que pueda tener ETA. Ellos, como siempre, querrán matar; nosotros tenemos que reducirles y, probablemente, decirles que han desperdiciado la última oportunidad de acabar sus días con un poco menos de dolor. Al Gobierno hay que exigirle toda la firmeza necesaria para cumplir con su deber.
Carlos Carnicero.