Actualizado 14/12/2006 01:00

Carlos Carnicero.- Memoria, respeto y sufrimiento

MADRID 14 Dic. (OTR/PRESS) -

'Memoria histórica' es un concepto sin sentido. En todo caso debiera ser 'memoria de la historia'; todas las memorias los son. Abarcan, en la rememoración de los acontecimientos, a los que se ha asistido en cualquiera de las forma posibles: protagonizándolos, siendo testigo de ellos o simplemente sufriendo sus consecuencias o gozando de sus beneficios.

Si la ley que ahora se está debatiendo tiene por objeto la propaganda, la polémica será costosa, como ya está sucediendo, porque se sobrepondrá a la sutileza con la que se construyó la democracia, en el sobreentendido de que para garantizar el tránsito desde el sistema autoritario era necesario que el pacto de reconciliación evitara la utilización de la historia, que no de la memoria, para agredir al contrario, aunque pudiera haber razones para ello. Reabrir el debate sobre el doloroso pasado de España necesitaba grandes dotes de talento, una sólida concepción intelectual y un proyecto político. La manera en la que se están haciendo las cosas demuestran un serio déficit de todos estos componentes en quien lo ha promovido.

Todas las víctimas tienen derecho a una reparación independientemente de quien le infringió el daño. Acudir a la memoria para conceptualizar esa compensación es un error porque la memoria nunca puede ser unívoca; la percepción que cada uno tiene de los hechos que ha observado de alguna manera -por presencia física o temporal o por acumulación de informaciones- siempre estará sesgada por las propias convicciones. Podemos tener un recuerdo respetuoso y afectivo basado en los datos objetivos de quienes sufrieron afrentas desde la injusticia y la falta de razón. Y este espectro se ensancha desde los fusilados en las cunetas por las tropas nacionales a los párrocos ajusticiados por el furor de cualquier partida de vecinos.

Solo el examen individual de cada agravio pudiera reponer justicia donde hubo venganza. Y la memoria debiera ser colmada con el respeto individual al dolor que promueve el recuerdo de un sufrimiento transmutado en quien desde la vida, todavía lo siente.

Carlos Carnicero.

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