MADRID 9 Mar. (OTR/PRESS) -
Es extraordinariamente difícil escribir un artículo para la jornada electoral -sobre todo en unas circunstancias como las determinadas por el asesinato de Isaías Carrasco- porque uno se siente constreñido por la obligación de la neutralidad. Sin embargo, nada de lo que se pudiera decir es ya relevante porque todos los elementos de esta legislatura están suficientemente expuestos para que cada ciudadano pueda decidir su voto con toda la información encima de la mesa. Imposible influir ya.
El terrorismo centrará muchos pensamientos electorales el día de hoy. Las trayectorias del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y de la oposición de Mariano Rajoy en el tratamiento del terrorismo serán el móvil de muchos comportamientos ante las urnas. Y ahí es difícil establecer un pronóstico distinto del de la indignación ciudadana contra ETA. El PSOE tendrá un legítimo plus de simpatía en muchas miradas por la sencilla razón de que ETA ha asesinado cobardemente a uno de los suyos que también es uno de los nuestros, de todos nosotros, con la simple condición de que el alma que lo observe sea capaz de trasvasar los límites del más elemental de los sectarismos.
Los resultados que se conozcan esta noche tienen muchas más consecuencias que la de la formación de un Gobierno para cuatro años. Pero eso también lo tienen claro la mayoría de los ciudadanos y el grado de afluencia a las urnas será determinante del compromiso de los españoles con el futuro. Acudir a las urnas sirviendo luto tiene una dosis emocional que sitúa las decisiones políticas mucho más allá de la simple razón: eso es lo que quería ETA al aparecer en la campaña de la única forma que sabe hacerlo.
Hoy se decide cómo será la política en España. Lo razonable, por simple salud democrática, es que las cosas tengan que ser distintas del desencuentro permanente que ha existido en el último periodo. El voto de cada elector contendrá también la proyección que le quiere dar a la política como el arte del entendimiento o el de la confrontación. Pero todo eso sucede en un espacio íntimo y reservado, en el que los partidos tienen difícil acceso en estos momentos. Se trata sólo de la mente de cada uno, del sobre, la papeleta y la urna. Son los ornamentos litúrgicos de la magia de la democracia que determinarán, en este caso, mucho más que el próximo gobierno.
Carlos Carnicero