Actualizado 27/05/2012 14:00

Carlos Carnicero.- Pitos sin palmas.

MADRID 27 May. (OTR/PRESS) -

Los pitos y los abucheos eran, sobre todo, para Esperanza Aguirre. Se quedó sin palco y sin escándalo. La condesa consorte de Murillo predicó el apocalipsis y solo consiguió una anécdota. No fue novia en esta boda.

El Barça fue protagonista. Y el Athletic se envolvió en la garra y en la dignidad. Normalidad asimétrica. Espectáculo y pasión sin incidentes.

No hay moraleja en este partido porque tenemos noticia precisa del desencuentro de algunos, tal vez muchos, españoles con los símbolos de España. Con España. Ese es un problema poliédrico que nadie quiere resolver.

No es solo cuestión de catalanes y vascos. El himno y la bandera siguen teniendo un aroma de pasado. No identifican sentimientos colectivos mayoritarios. No sintetizan valores constitucionales. Y la Constitución no tiene valor en los mercados de los sentimientos: sin letra y sin música que envuelva las emociones desbordadas siquiera por la competición.

El problema no es ni de orden público ni de respeto a la ley: es de esencia. Si la bandera y el himno representan una patria que no existe, la menor consecuencia son los pitos y los abucheos.

Habría que reformular España como lugar de encuentro pero no hay medios: todo el dinero es para Bankia. Un juguete roto que vamos a pagar todos.

España es una sociedad anestesiada por la droga de los recortes. Nos dan más dosis y Aguirre nos distrae con fuegos de artificio para no responder de sus mentiras y sus deudas ocultas. Nos echa el espantajo de la pitada al Príncipe y se va de fin de semana.

Las palmas fueron para el Barça, pero también nos tiene agobiados con sus éxitos: casi, pura rutina.

En medio de esta catástrofe colectiva hasta se recortó el himno a los compases más elementales para aliviar el bochorno.

Nos hemos acostumbrado tanto a los recortes que ni siquiera el Príncipe está incomodo con los residuos de un himno que por no tener no tiene ni letra. Puro trámite.

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