Actualizado 25/06/2010 14:00

Firma sindicada.- Carlos Carnicero.- Burka y oportunismo político.

MADRID, 25 Jun. (OTR/PRESS) -

El problema no es el Burka; son los derechos de las mujeres. Y se está confundiendo intencionadamente el horror hacia una prenda que es una cárcel de tela con la forma inteligente de liberar a las mujeres, no del Burka sino de los hombres que les obligan a llevarlo.

En esa dialéctica no se puede arremeter contra el eslabón más débil. ¿Qué alternativa les queda a las mujeres obligadas a permanecer prisioneras del burka si se les prohíbe circular con esa prenda por la calle? Permanecer encerradas en casa porque no se legisla contra quienes les obligan a usar esa prenda sino a ellas por llevarla. Y esos machistas no les dejaran salir a la calle sin el cuerpo totalmente oculto.

El tema no se resuelve en un debate frívolo y superficial con marcados intereses electoralistas trufados de xenofobia. No conozco a nadie que defienda el uso del Burka al margen de los hombres islamistas más extremistas. La diferencia cultural no es un bien en sí mismo si ataca los fundamentos de los derechos humanos; pero al mismo tiempo las últimas intervenciones armadas en Irak y Afganistán demuestran que la fuerza no sirve para establecer los derechos y defender el de las mujeres si no va acompañado de una labor de convencimiento que deje en minoría a los extremistas. Y en todo caso, si se usa la fuerza tiene que ser para desarmar a los machitas e impedir que puedan ejercer su dominación.

La cuestión es plantearse cómo en el espacio que ejercemos la soberanía, que es el de nuestro estado nación, podemos colaborar a que todas las mujeres sean de verdad iguales a los hombres en sus derechos y a partir de ahí los problemas se solucionaran por recuperación de los espacios de libertad que todavía están secuestrados por un machismo ancestral que algunas culturas pretenden revestir de costumbres respetables.

Deducir que quienes se oponen a la prohibición del burka son defensores de esta prenda y de lo que significa es un razonamiento con tecnología de cómic. Los tiempos, los modos y las reflexiones sobre temas fundamentales tienen que ser sosegadas y profundas y no para alimentar un cartel electoral. Resulta curioso que el PP, que se opone al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo y a muchos avances culturales asentados en Europa quiera ser vanguardia en la lucha contra el burka precisamente en Cataluña donde la xenofobia promete mucha rentabilidad electoral.

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