MADRID 27 Dic. (OTR/PRESS) -
"Una economía más fuerte, más competitiva y al servicio de las necesidades de los ciudadanos". Esto es lo que promete el Gobierno para el año próximo. No hay duda de que las grandes cifras siguen presentando excelente imagen. Sin embargo, ocurre que continúan sin contarnos lo que encierran, los elementos preocupantes que no se ven. No sólo el déficit comercial continúa dando resultados pésimos. También el conjunto de las cuentas exteriores son casi patéticas, ya que su déficit es en términos de PIB el mayor del mundo. No se trata de dramatizar, ni de infravalorar la evolución de la economía española. Pero, tampoco conviene llevarse a engaño. La productividad, la competitividad, la renta per capita e incluso la convergencia con los países de la Unión Europea son elementos que han empeorado. Y esto es algo que los ciudadanos deberían conocer por boca de sus representantes. Un año más se nos dice que todo va sobre ruedas. Y no es así. La amenaza que supone un hipotético, pero no tan imprevisible, estallido de la burbuja inmobiliaria podría dar al traste con todo lo conseguido, que no hay que negarlo es bastante. Sin embargo, no es suficiente y además el Gobierno no cuenta con un arma imprescindible como es el manejo de la política monetaria. Los tipos de interés, como todo el mundo sabe, los maneja el BCE. Es cierto que su subida ayuda al control de la inflación, pero puede poner en riesgo muchas economías familiares. De hecho, algunas ya empiezan a resentirse y la morosidad bancaria, estancada en niveles mínimos durante años, comienza a repuntar con la consabida preocupación del sistema bancario.
El Gobierno no debería ser, pues, tan complaciente; tendría que advertir de las dificultades y, por supuesto, hacer todo lo que esté en su mano para evitar que un desajuste incontrolado del mercado inmobiliario, pieza clave del crecimiento económico, pueda convertirse en un desastre. La amenaza está ahí. De ella nos han advertido numerosos organismos internacionales. Mitigar sus posibles efectos negativos e incluso lograr que no se profundice en el error es su deber. Puede que la moderación en el sector se produzca sin sobresaltos. No obstante, ignorarlo o negarlo no conduce a nada bueno. Al contrario.
Carmen Tomás.