MADRID 24 Ene. (OTR/PRESS) -
Se cumplen diecisiete años del asesinato del joven dirigente del PP guipuzcoano y Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de San Sebastián, Gregorio Ordóñez. Ese 23 de enero de 1995 estaba comiendo en un bar de la parte vieja de la ciudad en compañía de otras personas -entre ellas la que entonces era la secretaria del grupo municipal del PP, María San Gil- cuando un terrorista de ETA entró en el local y por la espalda le descerrajó varios tiros en la nuca, que produjeron su muerte instantánea.
Diecisiete años después de aquel vil asesinato, los que nunca han condenado ni aquel atentado ni ningún otro, gobiernan el Ayuntamiento del que Ordóñez formó parte. Diecisiete años después, en la víspera de la fiesta de San Sebastián las pancartas a favor de los presos de ETA, de su liberación, de su acercamiento a las cárceles del País Vasco surcaban la plaza donde tenía lugar la tradicional tamboreada que da inicio a los festejos de la ciudad. Mientras, los familiares y amigos de Gregorio, con su viuda Ana Iribar a la cabeza volvían al cementerio de la ciudad para depositar unas flores en la tumba del político popular y rezar una oración por el eterno descanso de su alma. Algo más que un simple contraste.
Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio, ante el espectáculo de exaltación hacia los presos de ETA que tuvo lugar en el comienzo de las fiestas ha sido muy clara: "Una ciudad que homenajea a los asesinos en vez de a sus víctimas no puede optar más que a la capitalidad de la indignidad". Obviamente se estaba refiriendo a esa polémica designación de hace unos meses de San Sebastián como Capital Europea de la Cultura en el año 2016.
Hace tiempo que la sociedad vasca padece una profunda enfermedad moral, consecuencia directa de tantos años de connivencia activa o pasiva con el terrorismo de ETA. Una enfermedad que no tiene una fácil curación, ya que no depende exclusivamente de aplicar medidas de tipo político o económico. Se necesita algo más. Es ciertamente incomprensible que en una ciudad como San Sebastián, donde ha habido cerca de cien personas asesinadas por la banda terrorista, el partido que gobierna la ciudad sea el de los amigos de ETA. Es incomprensible que la sociedad vasca en general y la donostiarra en particular no haya protagonizado una auténtica rebelión cívica y democrática contra quienes nunca han condenado la violencia, el chantaje, la extorsión. Se suele decir que cada sociedad tiene los políticos que se merece. No sé si es una afirmación demasiado radical para esos vascos que han sufrido directamente la consecuencias de ese clima de violencia. Pero el hecho cierto es que después de más de cincuenta años de existencia de ETA, la banda terrorista y su mundo van ganando la partida. Puede que dejen de pegar tiros, pero desde el poder van a seguir imponiendo su proyecto totalitario. Si no, al tiempo.