MADRID 12 Feb. (OTR/PRESS) -
En defensa de su posición en la polémica del vino, la ministra de Sanidad ha alegado un argumento que me parece difícil de combatir. Al igual que ya hizo en la ley del tabaco, preservar la salud de los ciudadanos y en especial la de los jóvenes y los niños es algo que los poderes públicos tienen la obligación de hacer, y la prevención es, sin duda, un poderoso instrumento, la mejor medicina. Si simplemente dejásemos de fumar desaparecerían el 30 por ciento de las enfermedades, sostenía este fin de semana un prestigioso neumólogo. Y los propios jóvenes admiten en las encuestas que se inician en el consumo regular de alcohol a edades tan 'niñas' como entre los doce y los catorce años. Nadie puede quedarse indiferente ante datos así, sobre todo en lo que se refiere a la salud de nuestros hijos. Y nadie lo hace. El rechazo y las críticas que llueven sobre la ministra, en mi opinión: donde a mí me parece que doña Elena Salgado está fallando, no es en promocionar, como es su obligación, hábitos de vida más saludables, sino en el método: en lugar de intentar convencer con argumentos, esta ministra se está especializando en amenazar y prohibir.
Convencer es más difícil que prohibir, evidentemente, requiere más tiempo, y los políticos siempre tienen prisa, siempre hay unas elecciones que ganar a la vuelta de la esquina. Pero las prisas y la educación están reñidas. Y modificar hábitos sociales, como fumar o beber en exceso, es una cuestión de educación: no basta con amenazar y prohibir. Si la ministra de Sanidad quiere, simplemente, 'aparentar' que el Gobierno se preocupa y vela por nuestra salud y la de nuestros hijos, va por buen camino, pero para abordar el problema de los hábitos poco saludables de vida -o directamente nada saludables, como el tabaquismo y el alcoholismo- desde la raíz en la escuela y en los hogares, tendrá que cambiar de método e intentar convencer a los ciudadanos con argumentos de la bondad de sus propuestas.
Lo sistemas de premio y castigo están bien para adiestrar perritos pero no para educar ciudadanos. Para convencer a los padres y madres de que observen hábitos de vida más saludables en casa y a los niños y niñas de que fumar y beber es malo para su salud, hay que razonar, apelar, no al miedo al castigo sino a la inteligencia de los ciudadanos adultos y menores. Pero, ya puestos: si la prioridad absoluta es la salud de los menores, ¿para cuándo la 'cruzada' contra los menús de los colegios, en los que la fruta y la verdura son 'rara avis', o contra las grasas que se utilizan en la fabricación de la bollería infantil, que son puro colesterol en vena; ministra?
Consuelo Sánchez-Vicente.