Actualizado 15/02/2007 01:00

Consuelo Sánchez-Vicente.- Manzanas podridas

MADRID 15 Feb. (OTR/PRESS) -

Se me ocurren pocos males mayores para una democracia que la desconfianza en la Justicia pero no hay encuesta, sondeo o simple charla de amigos en que la convicción de que la Justicia marcha al son que le marcan los políticos no le gane por goleada a la independencia del Poder Judicial. Al igual que la inmensa mayoría de los políticos se entera de los casos de corrupción que protagonizan algunos de sus comilitones por la prensa, la inmensa mayoría de los jueces y magistrados españoles se conducen con toda rectitud de intención y con toda independencia de criterio y jamás dan motivo de escándalo; pero, al igual que ocurre en la política, la notoriedad de las "manzanas podridas" de la Justicia alienta la convicción de que lo que está podrido es el cesto entero.

La politización del Consejo General del Poder Judicial, de la Fiscalía General del Estado o del Tribunal Constitucional yo creo que es evidente, innegable y, mientras no encontremos un sistema de elección de sus miembros menos sectario que el actual, también inevitable. Mientras la composición del Consejo y del Constitucional responda al sistema de cuotas partidarias y la Fiscalía dependa jerárquicamente del Gobierno en vez de depender del Estado, esto no tiene arreglo. En teoría sí que tendría un arreglo, a saber, que, en pos del bien común, los políticos del Gobierno y de la oposición renunciasen a "politizar" estas tres instituciones de la democracia en función de sus intereses partidarios, el Gobierno a los fiscales y los partidos con derecho a "cuota" (que no son todos, ojo, solo los dos grandes y sus "socios de ocasión", casi siempre nacionalistas) al Consejo y al Constitucional. Pero, corren malos tiempos para el bien común.

¿Qué decían los libros sobre la democracia y el poder? Que en democracia llegar al poder era un medio para cambiar (en el sentido de mejorar) la realidad, y que no vale todo por conseguirlo, es decir, que aunque la lucha partidaria por el poder es legítima, el fin nunca justifica los medios. ¿Cuál es sin embargo la realidad, qué es lo que estamos viendo? Que, en su afán de llegar y retener el poder durante el mayor tiempo posible, si es posible para siempre jamás, los partidos políticos se han convertido en máquinas de ganar elecciones y el poder en un fin en sí mismo. Ni ante el destrozo sin cuento de las víctimas del terrorismo han parado en barras partidarias el PSOE y el PP, y con unas elecciones en mayo es ingenuo esperar que lo hagan. Tan ingenuo, me temo, como esperar que saquen a la Justicia del zoco de la política.

Consuelo Sánchez-Vicente.

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