MADRID 20 Nov. (OTR/PRESS) -
Las incertidumbres que en las últimas semanas han aconsejado al presidente del Gobierno parar por segunda vez el reloj del llamado proceso de paz a la espera de que ETA y Batasuna cumplan su parte del "trato" se han adueñado del debate político. La acción del Gobierno es la que marca la agenda política en cualquier país, pero la del Gobierno Zapatero: prácticamente "desaparecido" desde que ETA decretó el actual alto el fuego permanente, parece "secuestrada" por "el proceso", nada parece tener vida propia al margen del él para este Gobierno, solo "el proceso" parece existir. De la lucha contra la inmigración ilegal a la inseguridad ciudadana o el precio de la vivienda, cualquiera de las soluciones concretas de cualquiera de los problemas de este país parece supeditada al éxito o al fracaso del "proceso" en la agenda de este Gobierno
A mí esta obsesión de Zapatero por "el proceso" me parece enfermiza porque, vaya como vaya la vida sigue, y salga como salga seguirá, siempre ha sido así. Trasladar a los ciudadanos la impresión de que hasta que suba o baje la factura de la luz, con perdón por la caricatura, depende de algo que en realidad no está en manos de los ciudadanos remediar como es que ETA deje de matar, produce mucha inseguridad y una enorme ansiedad. Pero, más allá de las consabidas (y yo creo que cada vez más cansinas) protestas retóricas con que, a veces el presidente Rodríguez Zapatero en persona y casi siempre la vicepresidenta De la Vega por él, acostumbran responder las críticas de la oposición sobre los problemas reales de la gente normal, solo "el proceso" parece tener la suficiente entidad en sí mismo como para merecer la atención del actual presidente del Gobierno
Contra lo que ese famoso "marciano" al que recurrimos a veces para explicar nuestras perplejidades pudiera pensar oyendo a Zapatero, la esperanza de que la pesadilla etarra desaparezca para siempre de nuestros sueños no es nueva, tiene casi cuarenta años. La posibilidad de que "esta vez sea la buena" es algo que los españoles llevamos acariciando desde que el actual presidente del Gobierno era un "mocoso" y que todos sus antecesores en el cargo han perseguido al menos con la misma obstinación que él. Seguimos "a la espera" porque no hemos querido cambiar paz por libertad, esta es la razón última, en mi opinión, por la que todavía existe ETA. Aunque el precio en vidas ha sido altísimo, siempre hemos sabido esperar sin perder los nervios. La ocasión más clara que, en mi opinión, hemos tenido nunca de conseguirlo no es, en mi opinión, el mejor momento para perderlos
Consuelo Sánchez-Vicente.