MADRID 25 Nov. (OTR/PRESS) -
Si nos creemos lo que dice el Gobierno, ahora resulta que la culpa del aumento de los casos de violencia de género la tiene la televisión. Y el remedio, también deben buscarlo los directivos de las cadenas privadas.
Pero no es así. La culpa de la violencia siempre la tienen los violentos. Ni las mujeres maltratadas se merecen ser agredidas porque coqueteen con un ex novio o lleven la minifalda excesivamente corta, ni los maltratadores son otra cosa que delincuentes para los que no hay que buscar pretextos; ni se les debe disculpar porque bebieron mucho, o porque fueron provocados o porque su pareja rechazó la oferta de matrimonio que le hicieron ante las cámaras de televisión.
Después de un caso de estos, el asesinato de una mujer a manos de su pareja cuatro días después de que esta le dijera que no en 'El Diario de Patricia', el Gobierno ha decidido dar un toque de atención a las cadenas de televisión para pedirles que se moderen y busquen fórmulas 'imaginativas' para combatir la violencia de género, lo cual implica que el Ejecutivo le ha endosado a la tele el problema político que tiene ante sí por haber apadrinado una ley que nos vendió como la panacea para acabar con los malos tratos domésticos y que se ha rebelado como perfectamente inútil en la práctica; los asesinatos de esa índole no han hecho más que aumentar desde que esa norma entró en vigor.
Efectivamente, la sociedad tiene que buscar fórmulas, más o menos imaginativas, para controlar esta plaga de violencia. Empezando por el Gobierno, que debe consignar mayor presupuesto que el ridículo que destina a la cuestión y terminando por educadores, familiares y vecinos que tienen que ayudar a las víctimas a denunciar a sus agresores y a sobrevivir después.
Luego, aparte, tenemos pendiente de resolver el problema de la televisión basura, que se da en España y en todo el mundo, y el del hábito colectivo de cotillear en vidas propias y ajenas a un lado y otro de la pantalla, que eso sí que es típicamente español. Y otro, más serio: el de controlar lo que las televisiones emiten en horario infantil. Y también tenemos una ley para ello, una ley que, de aplicarse, impediría a tantas televisiones (y no solo privadas, también la mayoría de las públicas) ponerse a airear dramas familiares entre adultos a las horas en las que los niños meriendan frente al televisor. Otra cosa es que, como sucede, el Gobierno no quiera enfrentarse a las televisiones exigiendo el cumplimiento de la norma porque no le interesa que las cadenas se sientan libres del todo para criticarle en los telediarios. Así que todo se queda en gestos: el de echar la culpa del aumento de los malos tratos a la tele, el de las cadenas privadas prometiendo estudiar el asunto y poco más.
Curri Valenzuela