MADRID 3 Oct. (OTR/PRESS) -
Otra vez tenemos encima la tormenta perfecta que, me temo, se quedará mucho tiempo con nosotros. El paro sube, el rescate es un hecho -aunque no sepamos su fecha-, se empieza a reconocer en los entornos del poder que es inevitable abordar una reforma del sistema de pensiones, tenemos, no dos, sino tres elecciones a la vista y hemos vuelto a caer en la trampa de los nacionalistas de priorizar tramposas cuestiones identitarias, mientras la economía del país está hecha unos zorros.
Han caído chuzos de punta en lo meteorológico y en lo político, la cosa está que arde porque aquí nadie esta dispuesto a asumir que estamos ante una quiebra de tal magnitud que se puede llevar por delante a toda una generación política, incapaz, como es, de dar respuestas a los ciudadanos. Todos los mandamases autonómicos, sean del PP, del PSOE o nacionalistas se quejan de que los presupuestos del año próximo no llegan ni de lejos a las expectativas mas pesimistas. Se comenta en voz baja que el gobierno no descarta nuevas subidas de impuestos si las cuentas no salen y se prevé un otoño caliente con unos sindicatos enrabietados contra una derecha que ellos dibujan, interesadamente, como cavernícola.
Estos son solo parte de los ingredientes de un cóctel que pone los pelos de punta, pero lo peor de todo es la miopía política de nuestra clase dirigente. Artur Mas ha visto mas claro que nadie que es incapaz de sacar a Cataluña del atolladero y para disimularlo ha tirado del viejo anatema de la independencia y repite esquemas que ya hemos visto y vivido. El presidente de la Generalitat habla de armas en sentido figurado -Menuda ironía! como si nuestra principal arma y no precisamente en sentido figurado sino real no fuera la legalidad y la Constitución- como en su día Pujol metió el miedo en el cuerpo a sus ciudadanos hablando de tanques imaginarios. Plantea ahora lo mismo que hace veinte años le plantearon al entonces presidente, Felipe González, que se limitó a amenazarles con aplicar el artículo 155 de la Constitución si era menester y la sangre no llego al río.
Parece como si estuviéramos viviendo el "día de la Marmota" donde todo se repite y vuelve a empezar como si hubiera cosas detenidas en el tiempo. Y lo peor no es que un nacionalista ejerza el victimismo o reclame la independencia -aunque no se atreva a llevar la palabreja en su programa electoral- lo peor es que no asuma su incapacidad y se busque un enemigo exterior como operación de maquillaje, que es exactamente lo que esta haciendo el señor Mas. Ha sacado a pasear todo la artillería pesada: la consulta independentista, el derecho de autodeterminación y hará lo que haga falta antes de la cita electoral para poder conseguir una mayoría absoluta, que según todas las encuestas, le es prácticamente inalcanzable.
Y como esto del nacionalismo es contagioso el PSC y también el PSOE se instalan en la indefinición hablando de un estado federal o de promover un cambio en la Constitución no se sabe bien para qué. Mas puede fracturar la sociedad catalana, como está haciendo, o tensar cuanto quiera las relaciones entre Cataluña y España, como si ambas no fuera la misma cosa, pero seguir su juego solo conduce al abismo. No puede convocar un referéndum de autodeterminación y lo sabe, pero los partidos nacionales no pueden hacer dejación de sus responsabilidades y dar la callada por respuesta, por un quítame allá un puñado de votos. Todo esto apesta a electoralismo barato y los ciudadanos estamos hartos de políticos de medio pelo, que en vez de estar a sacarnos de la crisis se entretienen jugando al despiste. !Que desgracia ¡