Fermín Bocos.- La farsa y la tragedia.

MADRID 22 Jun. (OTR/PRESS) -

Con la llegada del verano, vuelve un clásico: qué hacer con la llamada izquierda "abertzale". La Historia se repite: primero como tragedia y después como farsa. Lo dejó escrito el joven Marx cuando se ganaba la vida como periodista pero los hay que no han leído "El 18 Brumario" y por eso vuelven con la milonga de la contrición democrática del mundo "batasuno".

Buscan listas electorales para concejales en paro y pista de aterrizaje para los pistoleros de la ETA. Los que queden, tras los hachazos de la policía a uno y otro lado de la frontera con Francia. La última intentona acabó en tragedia en la T4 de Barajas;la nueva farsa tiene estos días titulares lanzadera en algunos periódicos. Y libro en ciernes. Es el mismo guión de hace algunos veranos pero esta vez con actores secundarios. A la cabeza del reparto está Jesús Eguiguren, presidente del PS del País Vasco, un político descolocado a quien los más cercanos de su partido desautorizan mientras que el más principal, calla. Y ése es el punto de fuga y de duda de toda ésta composición, porque visto como enfocó Zapatero en la anterior legislatura el llamado "proceso", el personal está con la mosca tras la oreja. Que Eusko Alkartasuna, un partido en trance de extinción, haya salido a escena con la pretensión de apadrinar al mundo "batasuno" entra dentro de la lógica del náufrago.

Fuera del erario - en éste caso ayuntamientos o diputaciones- no hay salvación para los partidos y EA está con el agua al cuello. Sin pasta y sin votos. Por eso, ya digo que no es sorpresa que busque una almadía en las procelosas aguas del mundo de la ilegalizada Batasuna. Lo que golpea es la fecha elegida. Quizá fue una simple coincidencia o fruto de la amnesia política, pero resulta que el mismo día en el que EA pedía cancha para quienes durante una generación han mirado hacia otra parte cada vez que los pistoleros de la ETA asesinaban se cumplían 23 años de la matanza de Hipercor, en Barcelona: 21 muertos, 42 heridos. ¡Qué sarcasmo! Qué poca memoria, por no decir qué poca vergüenza.