MADRID 17 Nov. (OTR/PRESS) -
Felipe González tardó cinco años en descubrir la estremecedora verdad que anida en el duro corazón de la política. Aquel, "OTAN, de entrada No" que luego fue "OTAN, si", se convirtió en el lema de otros muchos pragmatismos que llegaron después.
Aznar, tardó menos. En dos meses encontró un atajo entre Madrid y Barcelona y llegó al Hotel 'Majestic' de la Ciudad Condal para cenar con Jordi Pujol y hablar catalán en la intimidad. La medida de Zapatero han sido los dos años y medio. Ése ha sido el tiempo que ha tardado en recorrer el camino que separa el púlpito franciscano de Ferraz, de la sordidez de la corte de Malabo.
Diga lo que diga el canciller Moratinos -cuya entusiasta defensa de Obiang contradice su trayectoria política progresista-, la visita oficial del dictador guineano rompe la imagen del ZP de los carteles electorales.
Teodoro Obiang es un ser cruel, un dictador que lleva 27 años en el poder tiranizando a su pueblo. Ha construido una de las grandes fortunas del planeta al frente de una pequeña nación de apenas medio millón de habitantes cuya mayoría vive con menos de dos dólares al día. Guinea nada en petróleo pero esa riqueza y el poder que apareja se queda en las manos del clan de Mongomo, la familia y los allegados del dictador. Los excesos de todo tipo de "Teodorín", su hijo y heredero, son de sobra conocidos.
Todos los asesores y políticos que hablan de las "oportunidades de negocio" que hay en Guinea -negocios que ahora explotan algunas empresas petroleras norteamericanas y chinas-, deberían dar ejemplo de coherencia marchándose a vivir a Bata o a Malabo. Unos meses en la región serían suficientes para que cambiaran de ideas. También se lo recomendaría al señor Rajoy. No creo que deba estar orgulloso de esa foto suya en un sofá del 'Ritz' junto a Obiang.
Pese al repudio del que fue objeto en el Parlamento y a que el presidente Zapatero no quiso compartir con él rueda de prensa, lo cierto es que para Obiang, el viaje oficial a España ha sido un triunfo político. Él mismo así lo ha dicho. Dejo al lector la calificación moral que le merece quien en nombre del pragmatismo político decidió invitarlo.
Fermín Bocos