MADRID 21 Feb. (OTR/PRESS) -
Hay quien cree que el presidente del Gobierno ha tomado buena nota de lo ocurrido en el referéndum de Andalucía; que extraerá las consecuencias y abandonará el patrocinio de reformas que nadie reclama. Conociendo su trayectoria, creo que esa posibilidad habría que descartarla. Antes de ayer, sin ir más lejos, en relación con la ETA -y pese al atentado mortal de Barajas- dijo que "mantenía intacta su determinación para alcanzar la paz"... Está claro que ha decidido seguir navegando por ése piélago. Él es así y no va a permitir que la realidad arruine una idea que le parece buena. Tengo para mí que lo que habita en el fondo de esta manera suya de ser es la falta de experiencias personales relacionadas con el fracaso.
Llegó a secretario general del PSOE y a presidente del Gobierno a la primera, sin haber experimentado el amargo sabor de la derrota. Y las derrotas resultan imprescindibles porque curten; templan el espíritu y le enseñan a uno que en la vida nada resulta fácil y todo es una carrera de obstáculos. En ese registro, a Rodríguez Zapatero le falta experiencia. Allí donde ha llegado se ha encontrado siempre con la mesa puesta y servida. Por eso ignora lo que cuesta conseguir las cosas. Ha tenido suerte en la vida y todo le ha ido bien y de ese discurrir ha extraído la conclusión -errónea- de que querer es poder, de que basta con desear algo para conseguirlo. Tras consumir en silencio quince años de diputado, se aprovechó de la depresión psicológica que atravesaban los dirigentes del PSOE después de la marcha de Felipe González, el desinfle de Borrell y el fracaso de Joaquín Almunia en las elecciones del 2000. Fue cuando los guerristas le pasaron factura a Pepe Bono. Lo que vino después, es más conocido: Aznar se volvió loco -políticamente hablando -, decidió apoyar la invasión de Irak metiendo a España en una guerra tan injustificada como ajena al interés nacional y los españoles le contestaron diciendo "no a la guerra" y "no" a Rajoy que era el heredero designado por el más pintoresco del "trío de las Azores". De aquella carambola los aduladores de Zapatero destilaron la leyenda de su pretendida "baraka". Si se analizan bien los datos, se llega a la conclusión de que no hay tal.
Hasta ahora ha salido adelante con aprobados raspados cuando no fracasos trágicos como ha ocurrido con la negociación con la ETA. Pinchó en el referéndum de la Constitución Europea -la participación fue inferior al 50%-, otro tanto ocurrió en el del "Estatut" y ahora está lo de Andalucía. ¿Cuál será la próxima? Esquilache quería reproducir lo que había visto en la Corte de Nápoles; era un sueño basado en la realidad. Lo de Zapatero, como estamos viendo, es otra cosa.
Fermín Bocos.