MADRID 1 Nov. (OTR/PRESS) -
Si Cristina Narbona, la ministra de Medio Ambiente, quería abrir un debate nacional sobre el agua, enhorabuena. Objetivo cumplido. Ese debate es, sin duda, imprescindible. Malgastamos el agua, que es un elemento necesario para la vida. Pero si la ministra simplemente quiere lo que parece que quiere, "garantizar el acceso al agua de todos y gravar el consumo excesivo", estaremos ante un gesto demagógico e inútil. Y, sobre todo, que penaliza a quien pretende favorecer. En casa de los que no tienen problemas económicos podrán pagar el agua aunque se la cobran a precio de rioja, mientras que los que no pueden pagar la hipoteca, además tampoco podrán pagar el agua con que se lavan.
Antes de eso, sería importante saber cuál es la política hidrológica del Ministerio, qué política de inversiones va a realizar para aumentar y mejorar los recursos existentes, qué hace para luchar contra las filtraciones en las tuberías por las que se pierden cada día millones de litros de agua, dónde están las desaladoras que iban a solucionar todos los problemas de los que no tienen agua, porqué han acabado con los trasvases que permitían sobrevivir a muchas regiones, porqué se va al mar una incalculable cantidad de agua que nadie aprovecha y para cuándo una política educativa que enseñe a los más jóvenes a amar el agua, que es lo más abundante en nuestro cuerpo y algo imprescindible para vivir.
En lugar de educar, castigan. Pasa con el tráfico y con el tabaco. Ahora, con el agua. No se actúa sobre las industrias que contaminan, sino sobre los consumidores de a pié. La ministra quiere fijar un cupo de 60 litros por persona y día, cuando el consumo real medio está, en más del doble. Darse una ducha ya es suficiente para acabar con esa "reserva". ¿Pretende la ministra que no nos duchemos? ¿No podremos poner la lavadora? ¿Que harán los bares y cuál será la medida que les apliquen: por cliente, por metro cuadrado, por estrellas? ¿Podremos llenar las piscinas públicas o comunitarias o habrá que eliminar esos 60 litros por vecino de la cuota personal? ¿Regaremos los jardines, cerraremos los campos de golf? ¡Los agricultores entran en la norma? ¿El que tenga dos casas, tendrá 120 litros por día o 30 por casa? ¿Cuando viajemos, tendremos que llevar los 60 litros en la maleta o los hoteles no entran en estas cuentas? Tendremos, también aquí, un carné por puntos, perdón, por litros? ¿Se abrirá un mercado negro de agua entre los que no se lavan y los que se lavan más? ¿A cuánto se cotizará el litro de agua?.
Leo en un diario deportivo que Felipe Massa, el piloto de Ferrari no se cambia de calzoncillos en tres días y que Folledo, un viejo y mítico boxeador español no mudaba los calcetines más que tres veces al mes. Un problema serio, de enorme importancia, como lo es también el cambio climático, lo podemos tratar con seriedad, con sentido común, como acaba de demostrar Tony Blair, o de coña, como en nuestra casa con el agua.
Francisco Muro de Iscar.
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