Actualizado 29/11/2006 01:00

Francisco Muro Iscar.- Ni se esconde, ni teme, ni calla

MADRID, 29 Nov. (OTR/PRESS) -

Quienes apuntan que el Papa llega a Turquía para "superar el conflicto de sus declaraciones sobre el Islam", (las de Ratisbona de hace unas semanas), o no entienden nada o no quieren entenderlo. El viaje de Benedicto XVI, como los de Pablo VI, en 1967, o de Juan Pablo II, en 1979, tiene otros objetivos y otros intereses. Sí es cierto que en los de los anteriores pontífices, el Islam no era lo que es hoy, una realidad, y, en algunos aspectos, una amenaza. También lo es que Europa ha vivido de espaldas al mundo musulmán durante demasiado tiempo. El viaje del Papa tiene unos objetivos espirituales y religiosos -el ecumenismo, la unión con la Iglesia Ortodoxa-, y otros políticos en la más noble acepción de esta palabra: el diálogo con los que piensan diferente. Ni se esconde, ni teme, ni calla.

Turquía es un apasionante punto de encuentro de civilizaciones y de religiones, la tierra donde hace siglos tuvo su máxima expansión el cristianismo primitivo y donde se celebraron algunos de los primeros, y muy importantes, Concilios. Es un Estado laico desde su última constitución, pero también un país en el que la libertad, la religiosa y la otra, y los derechos humanos, no sólo los de las mujeres, no son, precisamente, el aspecto más relevante. Los cristianos eran un tercio de la población a principios del siglo XX y hoy apenas son una minoría, unas decenas de miles que viven en difíciles circunstancias. Un Estado laico, por mucho que algunos lo resalten hasta la saciedad, no presupone ni la libertad ni el respeto para los que piensan con libertad. Turquía, que quiere entrar en Europa, con la oposición de muchos Gobiernos europeos, está a medio camino entre Occidente y el mundo musulmán. Tiene tanto interés en formar parte de la Unión Europea como intransigencia y desconfianza respecto de los valores y los derechos que esa Europa representa.

A lo que va el Papa a Turquía estos días -con la ausencia casi total del primer ministro Erdogan, el que impulsa con Zapatero la "alianza de civilizaciones"- es a un debate abierto entre fe y razón, aunque, seguramente, la sinrazón campará en el exterior. A ellos, a los musulmanes, también hay que exigirles gestos y hechos, moderación y propuestas de convivencia. Si en estos momentos hay alguna alianza político-religiosa que proponga caminos violentos o intolerantes, está más en el lado musulmán que en otros. Sería muy importante que el Dios que se pregone por todos en Turquía estos días, no sea el dios del odio, del fanatismo o de la intransigencia, sino el Dios del encuentro, del amor y de la esperanza. Yo estoy convencido de que ese va a ser el mensaje de Benedicto XVI. Quien se examina estos días en Turquía no es ni Ratzinger ni la Iglesia Católica ni Europa, sino Turquía, sus dirigentes y sus ciudadanos.

Francisco Muro de Iscar.

francisco.muro@planalfa.es.