MADRID 19 Oct. (OTR/PRESS) -
Fue Joan Clos, el que antes de aterrizar en Madrid habló de su viaje "al infierno", estuvo afortunado, aunque seguramente no quiso decir exactamente eso. Pero "Madrid" se ha convertido para muchos, especialmente para los nacionalistas, en el demonio al que culpar de todo. "Madrid se lleva todo...", "Madrid decide todo..." puede ser una denuncia o una disculpa. Si Madrid progresa es porque tiene todo lo que se niega a otros. Si Madrid molesta, es una ciudad inhóspita, peligrosa, difícil y poco simpática. Algunos han vendido un Madrid antiguo, aburrido, alejado de la modernidad en otras y en ésta época. Pero si el objetivo es el contrario, Madrid es "la ciudad privilegiada", el centralismo en lugar de la centralidad. Y, por supuesto, si hay que manifestarse, se viene a Madrid desde todos los puntos de la geografía española. Y que los madrileños se callen y se aguanten.
Madrid es el infierno en obras de Ruiz Gallardón, pero puede ser el cielo si María Teresa Fernández de la Vega se atreve a bajar al ruedo municipal y consigue arrebatar el poder municipal al PP y, de paso, acaba con la amenaza de Esperanza Aguirre. Madrid es el infierno de Clos y la tierra prometida de Zapatero, aunque le hayan dado calabazas desde Almunia hasta Bono.
A Joan Puigcercós, que es como el aparato intelectual de ERC, en contraposición a Carod, Madrid no le gusta. Y eso es malo porque, de momento se pasa buena parte de la semana en esta ciudad como diputado de Esquerra Republicana. Puigcercós, que reconoce un notable desaliño indumentario, y al que no hay que preguntarle quién le elige las corbatas y las camisas, está muy preocupado. Acabo de escucharle contestar en "59 segundos", el programa de TVE, a preguntas inocentes de un periodista, que "ha habido momentos, especialmente durante el debate del Estatut, en que tenía miedo, no podía pasear libremente por Madrid". Lo ha dicho con todas las palabras, como si fuera Tom Cruise o Antonio Banderas en una visita a la ciudad. Pero cuando uno pensaba que era una manera de hablar, como la de Clos, se reafirmó: "Tampoco Anasagasti puede pasear con libertad por Madrid, ni otros dirigentes de Izquierda Unida o del PSOE". Lo decía en serio, lo juro, como si los seis millones de madrileños le persiguiéramos. Como si Piqué en Cataluña no tuviera problemas con las juventudes de ERC y del PSOE. Como si Fraga en Granada hubiera sido homenajeado por los universitarios que le llamaron asesino, como muchos socialistas lo hicieron en su día con Aznar. Como si Carrillo gozara del respeto de la extrema derecha. Como si Felipe González o Zapatero no hubieran sufrido insultos... Me preocupa que Puigcercós, al que todos los madrileños identifican claramente, sufra, que no pueda pasear libremente por el infierno de Madrid. Voy a llamar urgentemente a Rubalcaba para que acabe con esto. ¡Pobre Puigcercós!
Francisco Muro de Iscar.
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