Actualizado 06/02/2007 01:00

Isaías Lafuente.- Dos y dos son cinco

MADRID 6 Feb. (OTR/PRESS) -

Resulta absurdo que en el mundo en que vivimos, regulado e impulsado por sofisticadas tecnologías, sea tan difícil contar a los ciudadanos que participan en una manifestación. Suena a chiste que dos organismos públicos, la Delegación del Gobierno y la Comunidad de Madrid, ofrezcan cifras que difieren en casi un millón de personas, como sucedió con el recuento de la última manifestación que convocó el Foro de Ermua y apoyó, entre otros, el PP. O los técnicos de aquélla están ciegos o los de ésta alucinan y cuentan setos y adoquines por manifestantes. Entre unos y otros hay una diferencia: la Delegación de Gobierno explica cómo cuenta, ofrece imágenes de la manifestación, mide espacios, estima cuántos ciudadanos caben en cada metro cuadrado y llega a una conclusión. La Comunidad de Madrid, por su parte, no ve la necesidad de explicar a los ciudadanos cómo operan sus técnicos. Creer en la cifra final, jaleada después según convenga, es por tanto mera cuestión de fe.

Esta patología aritmética no es nueva. La padecen los partidos políticos tras las elecciones, los gobiernos cuando cuentan huelguistas, los huelguistas cuando se recuentan, los medios de comunicación tras conocer los estudios de audiencia, los entrenadores tras un mal partido. Pero hasta ahora había tenido una excepción: la de las grandes concentraciones ciudadanas que se han producido en la democracia contra el terrorismo o el golpismo. Nadie cuestionó las cifras millonarias con las que se zanjaron las grandes manifestaciones contra el intento de golpe del 23F, contra ETA tras el asesinato de Miguel Angel Blanco, o contra el terrorismo, en general, después de la masacre del 11M. En esos casos la unanimidad de los datos oficiales coincidió con la unánime aceptación por parte de los ciudadanos y de los medios de comunicación.

Pero las cosas no son como eran. Lo peor que ha sucedido en los últimos días no es que las dos últimas manifestaciones -ambas masivas- ofrezcan datos de participación discrepantes según quién las haya medido. Lo peor es que se hayan celebrado dos manifestaciones y que una de ellas, la última, se haya planteado como respuesta a la primera. No se puede entender que el PP no se sumara a la convocatoria del 13 de enero, incluso cuando los organizadores aceptaron la condición de incluir en su lema la palabra libertad, que exigía la formación de Mariano Rajoy. Ni se entiende que ahora se arrojen los datos para intentar demostrar que la segunda tiene más valor que la primera.

La mayoría de los ciudadanos que participaron en una y otra se habrían movilizado masivamente y juntos con un lema unitario contra ETA de haber sido convocados por las principales fuerzas políticas. Entonces sí que podría aceptarse la licencia aritmética, porque cuando los ciudadanos y los políticos han mantenido la unidad frente a ETA dos y dos han sumado cinco.

Es obsceno que mientras ETA y su entorno se preparan para un posible retorno haya quien se empeñe en mantener la división política y abrir una sima entre los ciudadanos de bien para obtener réditos electorales. El patriotismo no se demuestra ondeando banderas y haciendo sonar la Marcha Real. El patriotismo se demuestra apoyando al Gobierno legítimo frente a quienes quieren imponerse con sangre. Eso es lo que dice el Pacto Antiterrorista y la lógica democrática. Y eso es lo que toca ahora.

Isaías Lafuente

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