Actualizado 03/07/2007 02:00

Isaías Lafuente.- Relativismo moral

MADRID 3 Jul. (OTR/PRESS) -

El arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, está construyendo el llamado Santuario de los Beatos Mártires Valencianos para honrar la memoria de religiosos asesinados durante la guerra civil. Mientras tanto, la Iglesia española prepara una masiva peregrinación a Roma para asistir el próximo otoño a la beatificación masiva de 500 mártires, asesinados también del 36 al 39, que se unirán en abarrotados altares a otros tantos ya beatificados por Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Nada que objetar a que la Iglesia honre como crea conveniente a estas personas víctimas de un odio brutal e injustificable. Lo único que sorprende es que sus jerarcas consideren un acto de justicia promover este tipo de acciones y se muestren contrarios a que la sociedad civil haga lo propio con el resto de ciudadanos que también fueron perseguidos, encarcelados, torturados y asesinados por su filiación política, su falta de fe o por miserables venganzas. Ciudadanos que murieron durante la guerra y después de la guerra, en el marco de una dictadura brutal legitimada, como aquélla, por la Iglesia católica.

La Conferencia Episcopal aprobó el pasado noviembre una instrucción pastoral en la que advertía sobre los peligros de "reabrir viejas heridas con una utilización de la memoria histórica guiada por una mentalidad selectiva". Durante años, una mentalidad selectiva llevó a honrar a quienes murieron por causa de su fe. Fueron exhumados, recibieron un entierro digno y su nómina adornó las paredes de muchas iglesias españolas. Mientras tanto los otros fueron enterrados en cunetas y en fosas comunes innominadas mientras sobre sus familias recaía un estigma vergonzante, una especie de muerte en vida. De los mártires de la fe sabemos el número exacto; al resto, aún no hemos conseguido contabilizarlos setenta años después.

Dignificar sólo a una parte de las víctimas mientras se intenta poner freno a la recuperación de la memoria de todas las víctimas, no es digno. Quizás forme parte de ese relativismo moral que la Iglesia achaca al gobierno sin ser capaz de detectarlo como pecado propio.

Isaías Lafuente.

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