Actualizado 16/11/2006 01:00

Isaías Lafuente.- Vuelva usted mañana

MADRID 16 Nov. (OTR/PRESS) -

Si no fuera porque desde el punto de vista diplomático la cancelación de la visita de un mandatario que ha sido invitado por nuestro país traería más problemas de los que puede generar mantenerla, lo lógico sería despachar a Teodoro Obiang con un "vuelva usted mañana", cuando haya democratizado su país, cuando haya devuelto lo robado a su pueblo, cuando haya hecho llegar a sus ciudadanos los beneficios del petróleo, que se despistan en sus bolsillos y en los de los suyos.

Guinea es el paradigma de los regímenes corruptos del planeta. Su suelo vomita cada día un barril de petróleo por habitante, lo que coloca al país, si miramos la renta per cápita, por encima de alguna nación europea. Sin embargo, el indicador de desarrollo humano sitúa a Guinea en la cola del mundo, en el puesto 120, al mismo nivel que alguno de los países más pobres de África. Es decir, Guinea produce una riqueza que no llega a sus habitantes. Teniendo en cuenta que la revista Forbes sitúa a Obiang entre los personajes más ricos del mundo, con una fortuna valorada en 700 millones de dólares, no hay que ser muy avispado para intuir lo que pasa. Y si a todo ello sumamos la precisión con que la dictadura de Obiang reprime a sus opositores y pisotea los derechos humanos, tenemos la foto completa del régimen que dirige el personaje que nos visita.

A la vista de estos datos, extraídos de un lúcido artículo periodístico del profesor José Ignacio Torreblanca sobre la cleptocracia guineana, convendrán conmigo que la invitación a este individuo no parece una idea maravillosa. Pero, dicho esto, convendría reflexionar sobre los límites de la actuación diplomática y sobre los criterios que se deben seguir para convalidar a los líderes con los que mantenemos relaciones. En el último año han visitado España los presidentes de Rusia y de China, dos países que año tras año son denunciados por Amnistía Internacional por su vulneración de los derechos humanos y cuyos parámetros democráticos dejan mucho que desear. Fueron recibidos con todos los honores y la oportunidad de sus visitas no fue puesta en cuestión con la misma fuerza con la que ahora se critica la de Obiang.

La experiencia nos enseña que las políticas de aislamiento acaban por fortalecer a los sátrapas sin evitar los sufrimientos de sus nacionales, y que los prejuicios éticos hacia determinados personajes suelen ser inversamente proporcionales a los intereses económicos que manejan. Quizás lo importante no sea tanto quién nos visita, sino qué le decimos y cómo actuamos sobre él cuando acaba el viaje. Si con Obiang sólo hablamos de petróleo y no de las condiciones de vida que padecen los guineanos mientras él se enriquece, la visita es perfectamente prescindible.

Isaías Lafuente.

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