MADRID 25 Feb. (OTR/PRESS) -
Tiene éste, y cualquier gobierno, tensiones exteriores e internas, previsibles o súbitas y trata de resolverlas como le es posible. De repente, y desde Afganistán, le llegó la tensión provocada por la muerte de una soldado y por la utilización política del suceso por la oposición. La ciudadanía, en términos generales, es probable que haya quedado anonadada por el espectáculo que le han dado los políticos: distintivo amarillo o distintivo rojo, propios de un acción humanitaria o de una guerra abierta y de alto riesgo. ¿Qué más ha de dar, ante la imagen de una madre que se derrumba por el dolor de ver muerta a su hija de poco más de veinte años? Todo para convencer a los ciudadanos de que en Afganistán se libra una guerra tan cruel como cualquier otra, que ha llevado a soldados de 34 países, la mayor parte de los cuales ya han tenido sus propias bajas en un 'no-combate' que mata.
Otras tensiones son más esperables: las que origina una nueva manifestación, la séptima o la octava, de la coalición AVT-PP. El PP ha guardado las apariencias, esta vez, retirando de la cabecera a Rajoy, y situando a sus 'más duros' Acebes y Aguirre, en la protesta contra la sentencia del Supremo por rebajar la pena a De Juana. Hay tensión, también, por causa del Pacto antiterrorista y la remodelación que pretende el Gobierno y a la que se niega el PP de Rajoy y Zaplana. Aunque ahora Rajoy no descarta convocar ese pacto del que Zaplana se retiró anteayer, cabe suponer que para crear una nueva razón de crisis entre los dos grandes partidos en esta etapa de fin de curso, por razón de las dos elecciones previstas.
La cuestión es si el Gobierno controla cada una de esas tensiones, o si algunas le sobrepasan y lo llegan a abrumar. Y en los diarios de este sábado hay dos presuntas radiografías de ese gobierno 'apretado' por tensiones múltiples y variadas: de un lado, nos cuenta La Vanguardia que la vicepresidenta refuerza su poder para afrontar el fin de la legislatura. Según esta versión, De la Vega está detrás de la retirada de la Ley del Alcohol y de la elección del combativo Fernández Bermejo como ministro de Justicia. Tutela la retirada de la ley del alcohol por las elecciones y la falta de consenso, e impulsa el nombre de Bermejo acorde con la firmeza que se quiere dar a la recta final de la legislatura. La número dos del Gobierno, que tutela asimismo las relaciones con Cataluña, conversa casi a diario con Montilla, e intentará una línea más audaz hasta los comicios, nos asegura la cronista. A su vez, en La Gaceta se nos asegura que existe una cierta división en el Gobierno por el excesivo poder de Rubalcaba. Y explica que sólo pueden hablar de terrorismo el ministro de Interior y la vicepresidenta De la Vega, lo que produce malestar en la vieja guardia de Zapatero, Caldera, Alonso y Sevilla, por su pérdida de peso. Algunos ministros creen que, al prohibírseles hablar sobre el terrorismo, se está contribuyendo a acrecentar una imagen de falta de proyecto de Zapatero.
Son esas otras tensiones, probables o inciertas, que también debe manejar el presidente.
José Cavero