MADRID 17 Nov. (OTR/PRESS) -
La clase política, en términos generales, hubiera deseado que la visita oficial a España del dictador de Guinea Ecuatorial no se hubiera producido. Hubiera preferido que la vieja colonia y su principal caudillo hubieran permanecido en secreto y en silencio indefinidamente. Pero es del todo probable que los intereses del Estado y las apetencias y preferencias personales y políticas hayan chocado y se hayan impuesto esos primeros intereses del Estado.
No hay duda, y así lo han explicado todos los cronistas, que la visita de Obiang ha provocado malestar entre el Gobierno, la oposición y el Congreso. Incluso han pretendido que todas sus implicaciones negativas se transformaran, mediante los compromisos garantizados por Obiang de redistribuir la renta y apoyar la inversión española. ¿Satisface las conciencias de la clase política española?. No hay duda de que al ministro Moratinos le ha correspondido el papel de preparar y encauzar la visita. Moratinos ha advertido que guste o no, España seguirá ayudando a Obiang, ha recalcado el compromiso del Gobierno español con Guinea, "guste o no a algunos sectores".
Con Moratinos, además, se han "mojado" tanto Zapatero, como Rajoy, y sin olvidarse del mismísimo Rey. Todos han atendido esta "necesidad o conveniencia del Estado". Y todos, de alguna manera, se han visto en la necesidad de justificar la visita y la presencia del indeseable Obiang. Zapatero dice que España participará en la democratización de Guinea, y el líder africano promete liberar a los presos políticos. Y Mariano Rajoy, tras su entrevista bien captada por los telediarios estatales, explicó que se había producido "por sentido de Estado, a petición del Gobierno, y para arropar al Rey", según el PP.
Malabo alega que respeta los Derechos Humanos más que el resto de los países de su entorno. Además, el Gobierno de Obiang demanda más inversión española en Guinea y garantiza su seguridad jurídica. Pide a los empresarios que no hagan caso de los "intereses ocultos que dan mala imagen al país" y se compromete a tratarles como en casa. Aunque eso no case con el informe que proporciona la embajada, que sostiene que es un país con riesgo elevado.
Eso sí, en todo este barullo del indeseable y de los 'puristas', se produjo una pequeña victoria pírrica y casi sentimental: la oposición de los grupos minoritarios, a la que se sumó el PP, obligaron a Manuel Marín a suspender la visita programada al Congreso. 'ABC' sostiene que "en un histórico gesto, el legislativo frustró la visita del dictador a la Cámara". Algo heroico y modélico, podría haber añadido, mientras el Rey cenaba con el dictador.
¿Ha valido la pena el viaje por el hecho de que Obiang haya prometido a Zapatero liberar a los presos políticos y más apertura para su dictadura vitalicia?. No falta quien haya recordado que Guinea es una finca -de un dictador- con petróleo y gas. Y en ese punto pueden radicar todas las explicaciones a un viaje de Estado sumamente incómodo.
José Cavero