MADRID 14 Nov. (OTR/PRESS) -
La violencia callejera, con casi centenar y medio de casos comprobados y registrados en el último medio año, había llegado a constituir una gran razón para la alarma en el País Vasco. Y llegó a rozar el límite de lo inadmisible este pasado fin de semana, cuando dos de los 'borrokos' batasunos pretendieron incendiar los cuerpos de dos policías municipales en Bilbao. O sea, que se rozó la tragedia y ello provocó que se encendieran, también, todas las alarmas, incluida la del presidente Zapatero, que desde la capital turca recordó las reglas del proceso de paz: primero, ausencia total de violencia, y sólo a partir de esta premisa y exigencia elemental, llegará el diálogo y llegará el acuerdo de convivencia.
Por si les cuesta enterarse: la violencia que deben privarse de ejercitar ETA y sus acólitos es de toda naturaleza: la kale borroka o violencia callejera, la extorsión o el rearme, y en el caso de que alguna de estas modalidades persista, "no habrá nada de nada". Sencillamente, el llamado proceso habrá muerto antes de nacer por no cumplirse el primero de los requisitos imprescindibles.
Posiblemente nadie como Zapatero, pero también muchos otros ciudadanos, están deseosos de que el proceso avance y tenga final feliz. Pero para ello se requiere esa condición imprescindible: que los chicos de Seguí, de Jarrai o los discípulos de Otegi dejen de quemar sedes de partidos, mobiliario urbano y, más aún, a los propios policías municipales de las ciudades elegidas para sus bacanales de fuego y miedo. El caso del policía bilbaíno pudo llegar a ser una tragedia, y hubiera interrumpido, de una vez por todas, el proceso y la extraordinaria aportación de este tiempo: tres años y medio sin crímenes etarras en la reciente historia de España del último medio siglo, nada menos. Y sin embargo, a punto pudimos haber estado de que la gasolina arrojada sobre el policía por un jovenzuelo arrojara la víctima del proceso.
Ahora está por ver en qué medida reaccionan los 'borrokos' y sus líderes, en particular el portavoz batasuno que creía estar en condiciones de controlar estos movimientos si con ello, decía Otegi, conseguía una cierta impunidad de los jueces que, a su modo de entender las cosas, prosiguen con su renovada y tenaz persecución del abertzalismo radical. No son esas las cifras que se conocen: se han producido 134 ataques de violencia calejera. Pero es que, por el contrario, desde el 31 de diciembre, último encuentro entre Ternera y Eguiguren, sólo habrían sido arrestados en España 13 presuntos terroristas, frente a 71 en 2005, 74 en 2004 y 123 en 2003, de acuerdo con datos que ha proporcionado el diario ABC. Pues bien, las bases de Batasuna, se declaran incluso dispuestas a aumentar la violencia si el Supremo condena a Segi. ¿Dónde está la persecución de los etarras, y dónde la condición esencial de que no habrá avance de ninguna especie mientras perdure alguna clase de violencia, incluida la callejera?.
José Cavero.