MADRID 8 Jun. (OTR/PRESS) -
Las elevaciones descomunales y sin precedentes del precio de los carburantes -hasta once dólares de elevación en un solo día- están originando protestas en cadena por parte de los sectores de actividad más directamente afectados en sus costes de producción y elaboración, y ya hemos tenido oportunidad de comprobar las protestas en la calle o en la mesa de negociación de los pescadores, de los transportistas por carretera, de los tractoristas y otros productores del campo, o de los taxistas. A cada uno de estos gremios y sectores el incremento del precio del gasóleo o del fuel, como el precio del keroseno de los aviones, ha reclamado una atención muy particular en cada caso, aunque con protestas muy similares: tractoristas, transportistas, pescadores, taxistas, llegan a la conclusión unánime de que trabajar con los nuevos precios apenas les resulta ya rentable, y reclaman, por ello, ayudas del Estado para que se alivien esas presiones insoportables de los precios crecientes. Los usuarios del transporte por avión también empiezan a comprobar el ajuste que se realiza en los precios de los billetes, mientras las compañías aéreas sospechan, unas, que verán muy severamente recortados sus ingresos, y otras, que verán severamente en riesgo la posibilidad de que se mantengan las actuales 'low cost', o compañías de bajos costes.
¿Qué pueden hacer los gobiernos? Desde el primer momento, el vicepresidente Solbes ya indicó que el margen de los gobiernos, y el suyo en particular, era escasísimo. O nulo. Caben soluciones 'imaginativas', como la planteada por los transportistas por carretera, que vienen a reclamar una especie de tarifas similares a las de los taxistas: tantos ingresos por tal recorrido, sin demora ni pretexto de ninguna clase... Los gobiernos, en teoría, tienen dos posibilidades de actuación ante las quejas más coincidentes: o bien reducen la parte que perciben de los impuestos por la compra de los productos derivados del petróleo, -curiosamente, los Estados ganan más a medida que los precios de los carburantes suben-, o bien prescinden del otro impuesto que grava a los mismos o a otros productos, el IVA. Por su propia naturaleza, los Estados se resisten a prescindir de ingresos. ¿Qué es un Estado sin impuestos, un Estado que no pueda afrontar sus propios gastos?. Los Estados miembros de la UE están juramentados para no ceder en ninguna de ambas posibilidades, de modo que la situación está como se describe en el primer momento: si los transportistas y productores no ven ventaja a trabajar con ese coste de origen derivado del aumento de los carburantes, estamos en serio riesgo de que se produzcan desabastecimientos en los mercados. ¿Puede llegarse a este punto?.
Nos han contado estos días que las grandes cadenas de alimentación y otros servicios están haciendo acopio para evitar que sus estantes se vacíen, entre otras cosas, porque no se descarta que los piquetes corten el paso a los camiones...
¿La imaginación al poder, o situaciones ya vistas otras veces?
José Cavero