MADRID 15 Mar. (OTR/PRESS) -
Contra la mayor parte de las hipótesis y de las previsiones, hace tres años que el PSOE recuperaba el gobierno que Aznar había conseguido ocho años antes, al término de catorce años de felipismo. Aznar estaba convencido de que se marchaba en su mejor momento y que dejaba en su lugar a Mariano Rajoy. Unos cuantos errores del cesante -la foto de las Azores, la guerra de Irak, la boda de su "imperial" hija en El Escorial, su gesto crecientemente desabrido y antipático- y sobre todo, la terrible tragedia de los días anteriores en los trenes de cercanías, relacionada con la venganza de los fanáticos por la implicación en Irak, y la gestión global de Aznar, Acebes y Zaplana en esa matanza, modificaron suficientes voluntades como para dar el vuelco a los presagios y encuestas. Y Zapatero se hizo cargo del gobierno de la Nación, con grave sorpresa y enfado de los populares que, tres años después, siguen considerándolo un intruso en palacio, sin dotes suficientes para gobernar, y mucho menos, para cambiar hábitos anteriores.
Los tres años que ahora se cumplen de aquellas dramáticas urnas del 14-M coinciden con algunos hechos que han elevado la "crispación nacional" hasta niveles pocas veces comprobadas anteriormente. El PP sigue pensando que Zapatero y el PSOE le usurparon el gobierno y trata de recuperarlo a toda costa, incluso con atajos, con desautorizaciones permanentes, con juego escasamente limpio. Casi todo vale para desprestigiar al contrario. Por ejemplo, desacreditar su política antiterrorista, o su política penitenciaria, prerrogativas que la Constitución otorga al Gobierno de la nación. Pero Rajoy y sus adláteres no están dispuestos a transigir ni aceptar que Zapatero pudiera prolongar su permanencia en la Moncloa. Rajoy sigue decidido a estrenarse en ese cargo para demostrar que él sí que sabe, él está sobradamente preparado, incluso impaciente. Rajoy, en este trienio de oposición radical, ha tenido que aprender unas cuantas cosas, y posiblemente una de las que más satisfacciones le haya dado ha sido el descubrimiento de la calle y sus movilizaciones.
Él mismo ha calificado de "bonita" la más reciente de estas movilizaciones, en las que "se da caña" abundantemente al "usurpador" Zapatero. También ha aprendido a navegar en las aguas difíciles de un partido opositor radicalizado y escorado a la derecha y ultraderecha. Eso sí, tiene seguidamente un efecto compensador: domina la calle, con la AVT, el Foro de Ermua y otras organizaciones amigas, e incluso domina buena parte e los medios informativos, pero se ve en dolorosa soledad en el Parlamento. Trata de aproximarse a CiU, por si los electores decidieron confirmarle, la próxima vez, la oportunidad que le dio Aznar "digitalmente". Pero Artur Mas tiene que superar su propia novatada de haber acudido al notario para prometer y garantizar que jamás pactaría con el grandísimo enemigo del Estatuto catalán... Rajoy y Zapatero tienen por delante dos citas cruciales con las urnas. Los dos se lo juegan todo en las primarias de mayo y en las generales del año que viene...
José Cavero.