MADRID 13 Nov. (OTR/PRESS) -
El proceso de paz está amenazado de guerra. Mala noticia para la paz. Son ya demasiados los episodios de violencia y muy contados los hechos en positivo. Ni siquiera a través de declaraciones o comunicados, por poca validez que tengan las palabras que se lleva el viento. El Gobierno lo tiene, pues, muy difícil, por no decir imposible, mientras la solidaridad de las otras fuerzas políticas no termina de contagiar al Partido Popular, que no ayuda en nada, obsesionado por la rentabilidad electoral.
El ejecutivo de Rodríguez Zapatero va a tener que prepararse mejor para afrontar un proceso así. No lleva el calzado adecuado para un terreno tan embarrado. La ausencia de un mínimo consenso con el PP y la creencia de que es posible construir la paz sin cambiar el marco legal condicionan las buenas intenciones del joven presidente, mientras ETA sigue como siempre y Arnaldo Otegi no se pasa, definitivamente, al terreno de la política. Por no existir, ni existe un acuerdo marco para desarrollar el diálogo entre el Gobierno y ETA, y entre las fuerzas democráticas y Batasuna, que se resiste a legalizarse. Zapatero hace bien recordando que no será posible avanzar en el proceso de paz mientras ETA no asuma que la violencia no conduce a ninguna parte y no acredite su voluntad de poner fin a la violencia definitiva, pero necesitará hacer algo más.
Tres años y medio sin asesinatos es un activo demasiado importante como para que quienes pueden hacer algo no lo intenten. Así parece entenderlo ese 85% de los ciudadanos de Euskadi que, según una encuesta del Gobierno vasco, conservan la esperanza de que en los próximos años se consolide la paz en su comunidad. Alguna noticia positiva tenía que haber entre tanta tensión política y entre tanta violencia renacida.
José Luis Gómez