Actualizado 12/06/2008 02:00

Julia Navarro.- Escaño Cero.- Sesenta horas

MADRID 12 Jun. (OTR/PRESS) -

Vamos hacia atrás como los cangrejos, y si no que alguien me explique cómo es posible que en el siglo XXI los gobernantes europeos propongan, sin ruborizarse, que las jornadas laborales se puedan ampliar a sesenta horas semanales. Menos mal que el gobierno español se ha opuesto, aunque su oposición no salga adelante habida cuenta de que la mayoría de los gobiernos europeos están a favor de las sesenta horas.

Trabajar sesenta horas a la semana implica trabajar doce horas diarias, y eso supone que, por ejemplo, conciliar la vida familiar y laboral será absolutamente imposible. Sí, ya sé que los burócratas de la Unión Europea aseguran que eso de las sesenta horas será negociable, o sea un trato entre el empresario y el trabajador, pero ésa es una premisa trampa, porque naturalmente el empresario contratará a quien esté dispuesto a hacer de mula de carga y trabajar doce o veinte horas, cuanto más mejor. Dicen los expertos que la competencia de la economía China y de la India son tremendas, que fabrican más y a menos precios productos que en Europa salen carísimos precisamente porque aquí tenemos derechos, o sea jornadas laborales humanas, sueldos dignos y cobertura social.

En China, en India, en Vietnam, en el sudeste asiático, los trabajadores sufren una explotación pura y dura, son semi esclavos, a los que les dan cuatro perras, por jornadas maratonianas de trabajo. Pues bien, los burócratas de la Unión Europea en vez de promover la "exportación" de las políticas sociales europeas al resto del mundo, lo que hacen es importar las políticas laborales draconianas para los trabajadores europeos. La Unión Europea tiene ventajas, sí, pero a la postre es un club de intereses mercantiles y financieros, de patronos, ni más ni menos. Desde la caída del Muro de Berlín, una vez desaparecido el temor al otro bloque, el capitalismo occidental viene recortando derechos a los trabajadores, dejándoles cada vez más a la intemperie, imponiendo el sistema norteamericano, que tan bien les va a unos y tan mal a otros.

Abrir la puerta a las sesenta horas de trabajo semanales es dar marcha atrás. Lo peor es que los sindicatos españoles y europeos no parecen tener fuerza suficiente para plantarse e impedir esa vuelta atrás. Claro que a lo mejor nos sorprenden.

Julia Navarro.

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