Actualizado 13/11/2006 01:00

Lorenzo Bernaldo de Quirós.- La derrota de Bush

MADRID 13 Nov. (OTR/PRESS) -

Las elecciones norteamericanas se han saldado con una derrota republicana. El Senado, la Cámara de Representantes y la mayoría de los gobernadores han pasado a manos demócratas. La Guerra de Irak y, sobre todo, la corrupción han pasado factura al Great Old Party. Desde España, este giro de la situación política se ha interpretado como el fin de la era Bush o, para ser más precisos, el inicio del final de la hegemonía conservadora en los EE.UU. Sin embargo, esta interpretación no es correcta. Los comicios no han tenido una carga ideológica marcada ni mucho menos. El Partido Demócrata no ha planteado un ideario alternativo al representado por la formación liderada por George W. Bush ni los estadounidenses han virado a la izquierda. Es más los candidatos demócratas que han salido elegidos representan a las corrientes centristas y derechistas del partido.

En América es normal que se produzcan este tipo de escenarios. Ronald Reagan, el presidente más popular de los últimos cincuenta años, nunca tuvo mayoría en el Congreso, ganó sus dos mandatos sin problemas y realizó las mayores transformaciones políticas desde Roosvelt. Clinton se encontró con un Senado y una Cámara de Representantes republicanas en 1994 lo que no le impidió obtener la reelección con unos resultados arrolladores. En EE.UU., las diferencias doctrinales entre los dos grandes partidos no tienen nada que ver con las que existen, por ejemplo, en España y en buena parte de Europa. Desde esta perspectiva es improbable que se produzca un vuelco significativo en la política interna y exterior de América. Ahora bien, Bush verá contrapesada su acción de gobierno por el Congreso lo que forzará a articular una estrategia gubernamental más consensuada, más centrada.

Desde esta perspectiva, el viraje hacia la derecha de la política norteamericana no tiene porqué sufrir cambios significativos aunque las próximas presidenciales las ganase un demócrata. Desde hace dos décadas, el consenso social estadounidense se ha desplazado hacia posiciones liberal-conservadoras y no existen signos de que ese panorama se haya modificado. Es más, Bush representa de alguna manera la versión más derechista del consenso político norteamericano. En este sentido es probable que veamos una resurrección del Bush anterior al 11-S que era el abanderado del 'conservadurismo compasivo' y no un neoconservador. A partir de ese momento, la agenda más radical de los 'neocons' ganó influencia en la política de la Administración. Ahora, el presidente ha de retornar al pasado.

Lorenzo Bernaldo de Quirós

Contenido patrocinado