Actualizado 26/12/2006 01:00

Lorenzo Bernaldo de Quirós.- La Narbona y los toros

MADRID 26 Dic. (OTR/PRESS) -

La Ministra de Medioambiente no podía ser menos. En su noble afán emulador de las proezas de la Sr. Salgado, Dña. Cristina Carbona tenía que hacer algo. La de Sanidad quiere salvarnos de nosotros mismos, de nuestra incapacidad para controlar nuestros apetitos físicos (tabaco, hamburguesas, alcohol), la de Medio Ambiente de nuestros malos gustos estéticos saciados en la intolerable crueldad de la fiesta de los toros, simbolizada en la muerte del animal en la plaza. En su gloriosa cruzada para modernizar España y a los españoles, Doña Cristina quiere liquidar la tradición taurina española, expresión del bestiario patrio. Después de los éxitos cosechados por Narbona en la lucha contra los incendios o en el caos urbanístico-ecológico, la audaz política socialista quiere conseguir un éxito.

A favor y en contra de los toros ha habido siempre opiniones; unas más ilustres, otras menos. La Narbona se ha inspirado sin duda en la supresión de la caza del zorro en el Reino Unido para proponer su medida. Ahora bien, nada tiene que ver una fiesta popular como los toros con una aristocrática como la caza del zorro ni tampoco ésta forma parte del imaginario cultural y social de las Islas Británicas como la fiesta nacional está presente aquí. Los laboristas han acabado con las largas cabalgadas en pos del animal. Ahora, los zorros mueren envenenados por los agricultores que se niegan a ver destruidas sus cosechas o devoradas sus gallinas y, eso sí, los miles de puestos de trabajo creados alrededor de ese singular deporte están en vías de extinción.

A Narbona le parece cruel e innoble la muerte del astado en la arena pero debe parecerle noble su "asesinato" en los mataderos después de haber sido sometido a un proceso de engorde durante años en un establo. ¿Por qué se permiten granjas de exterminio destinadas a criar animales que serán matados para dar satisfacción a los más bajos deseos humanos? Lo mismo podría decirse de buena parte de la producción agro-pecuaria española. ¿Por qué no ilegalizar también el boxeo, cruel espectáculo en el que dos seres humanos se dan de tortas hasta que uno acaba con el otro? La fiebre prohibicionista puede ser interminable y extenderse a casi todo. La cuestión es que es la gente quien ha de tener la capacidad de hacer lo que quiera o ver el espectáculo que quiera siempre y cuando no invada la esfera de libertad de los otros. El autoritario gobierno Zetapé no lo entiende.

LORENZO BERNALDO DE QUIROS

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