Actualizado 31/12/2006 01:00

Lorenzo Bernaldo de Quirós.- El tauricio de Narbona

MADRID 31 Dic. (OTR/PRESS) -

La ministro de Medio Ambiente defendía en el diario El Mundo del pasado 29 de diciembre su derecho a expresarse con libertad en contra de que los toros de lidia mueran en la plaza. Obviamente, los ciudadanos de a pié también tenemos derecho a decir lo contrario. La identificación de la fiesta nacional con otras formas de "crueldad" (esclavitud, las luchas de gladiadores etc.) son un recurso demagógico. Aunque resulte políticamente incorrecto, los seres humanos no son equiparables a los animales y eso es puro sentido común. No es lo mismo matar a un toro que a un individuo. Cuando se establece esa identidad se lleva a situaciones ridículas, entre otras, a prohibir el sacrificio de animales para alimentar a la gente. ¿Por qué ha de tolerarse el permanente pollicidio o el innoble cerdicidio? ¿Acaso, los pollos y los cerdos carecen de derechos?

Dicho esto, el toro de lidia no existiría sin las corridas de toros. Es un animal cuya única finalidad es enfrentarse en la arena al torero y su muerte en la plaza es mucho más digna que en un matadero. Esta posición hiere sin duda ciertas sensibilidades pero es la realidad. Si a la Ministro le molesta que se subvencionen con nuestros impuestos las ganaderías de lidia y/o quiere condicionar el apoyo financiero del Estado a esa industria a que los toros no mueran en la plaza, tiene el derecho de hacerlo pero entonces también deberíamos replantearnos otro tipo de subvenciones, por ejemplo a los cambios de sexo o al aborto, que quizá molesten también a sectores significativos de la sociedad española. En cualquier caso, quien escribe estas líneas no tendría inconveniente alguno en la supresión de las ayudas estatales a los toros. Quien quiera ir a las corridas que las pague y que la entrada refleje todos los costes.

El Gobierno está en una cruzada para imponer al conjunto de los españoles sus ideas de la buena vida, de la estética, del pasado de España etc. Esto es bastante inaceptable. En una sociedad libre y abierta, las convicciones personales no pueden convertirse en dogmas de fe que legitimen el poder coercitivo del Estado. Cuando se empieza por ahí, el camino hacia la restricción de la libertad individual queda expedito y cualquier atropello a la misma es posible. En efecto, quien no quiera asistir a las corridas que no lo haga y tiene gracia que el mismo gobierno que permite en sus canales públicos la televisión basura se rasgue las vestiduras ante la crueldad de la fiesta nacional.

Lorenzo Bernaldo de Quirós.

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