MADRID 16 Jul. (OTR/PRESS) -
En la historia de Pedro Saputo, cuenta Braulio Foz que en Almudévar el herrero mató a su mujer y fue condenado a la horca. No obstante, antes de ajusticiarlo, los vecinos comenzaron a mostrar su preocupación, porque era el único herrero del pueblo, con lo que se quedarían sin posibilidad de arreglar los aperos de labranza. A la vez, comenzaron a observar que había demasiados tejedores, y que si hubiera sido un tejedor el que hubiese asesinado a su mujer, el pueblo se hubiera quedado más equilibrado. A partir de ese momento se impone el pragmatismo y, ante el asombro de Pedro Saputo, contempla cómo al herrero se le perdona la condena y, en su lugar, se ajusticia a un tejedor.
Me he acordado del pasaje de esta novela picaresca, porque me parece que estoy pasando por un estadio de emociones y sentimientos tan mostrencos como los del pasaje de la novela. Mariano Rajoy no ha asesinado a nadie, pero mal aconsejado por pésimos asesores, está quedando como una persona sobre la que se sospecha que nos ha mentido, y no hay cosa que más me indigne que un político mentiroso, aunque puede que político mentiroso sea una expresión redundante. Y, sin embargo, la mayoría de las personas sobre cuyos conocimientos y criterios me fío, me dicen que Mariano Rajoy ha embridado el peligro del rescate que hubiera sido una ruina para España, y ha logrado que estemos en una situación que nadie habría creído posible hace año y medio. Es entonces, cuando comienzas a notar que te pones de parte del herrero, y, sin querer, buscas a ver si existe algún tejedor, aun sabiendo que eso es aberrante. Y, a pesar de la falta de ética y del cinismo que supone, sueñas con un tejedor como Bárcenas -¡hay tantos tejedores de contabilidad!- que cargue con la culpa, porque intuyes que, en esta situación, quedarnos sin el herrero sería un desastre para Almudévar, quiero decir para España.