MADRID, 25 Jun. (OTR/PRESS) -
Hace años, mi amiga Beatriz Pérez Aranda presentó un libro basado en la biografía de Ana Botella. Era presidente del Gobierno Felipe González, y me parece que José María Aznar ya había comenzado con el estribillo "¡Váyase señor González", que le acompañaría en casi todas los boleros y Rocks parlamentarios.
La presentación estaba programa en el hotel Palace, por la mañana, a una hora no muy cómoda para asistir, y acudí a la cita por mi amistad con la autora y porque me intrigaba el personaje, siempre al lado de Aznar, como la soga está unida a la campana.
No pude entrar. Había tantos aspirantes a contemplar el evento que, a pesar de haberse programado en uno de los grandes salones del hotel, la entrada se convertía en un asunto de espera y mucha paciencia, por lo que decidí ausentarme.
Siempre he sido muy inocente, pero dado que unos meses antes ibas a un acto relacionado con alguien del PP, y te preguntabas si habría alguien a quién poder saludar, colegí, a pesar de mi escasa malicia y no muy avispada inteligencia, que la gente notaba el aroma del cambio de turno.
Hace un par de días, asistí a la presentación del libro de Alicia Sánchez Camacho, en el centro cultural Blanquerna, que es el chiringuito que la Generalitat ha abierto en Madrid, y no había reventa, pero se notaba gran afluencia de público.
Esperanza Aguirre convirtió el acto en un mitin puro y duro, y, al final, sirvieron un champán rosado tibio por cuenta del Tripartito al que se había criticado. Como Carod se gasta una pasta en las suites de sus viajes me atreví a dar un sorbo con cargo al Presupuesto. Y conocí a una diputada pepera, Ángeles Olano García, que me hizo recordar todo lo anterior, y de que tampoco hace falta ser un profeta para intuir o, más bien razonar, que estamos al borde un cambio de etapa.