MADRID 15 Nov. (OTR/PRESS) -
El escándalo permanente en que se ha convertido la información sobre corrupción urbanística no parece suficiente para mover al Gobierno, a las instituciones y a los partidos políticos a coger el toro por los cuernos y dejarse de vacilaciones y de planes a plazo medio o largo. Existen caminos mucho más y perentorios, como es la utilización del decreto-ley por razones de urgencia y de gravedad de los acontecimientos. Otro tanto cabría decir sobre la endémica lentitud del funcionamiento de la justicia, mal contra el que se podría luchar poniendo a su disposición todos los medios personales y materiales que hicieran falta. Pero claro, una y otra cosa, y más que se pueden proponer, chocan siempre contra la pusilanimidad institucional y contra el miedo a adoptar decisiones que pudieran algunos calificar de revolucionarias o radicales, cuando es bien sabido que en ocasiones tales caminos son los únicos eficaces. Mientras tanto, pasan los días, pasan los meses, pasan los años y aquí estamos contemplando el espectáculo de la mentada corrupción antipatriótica y antiespañola. Esa corrupción es la que rompe España porque la machaca de verdad.
En torno a la corrupción urbanística se juega este país mucho más de lo que se suele decir públicamente. La ruptura a la que aludo tiene que ver directamente con el fatal deterioro del territorio y de las condiciones físicas y medioambientales que constituyen las condiciones por las que vale la pena vivir en un país. Y su relación con el problema de la vivienda no puede ser más directa y ahí está la causa fundamental de una carestía que atenaza y amarga la vida de muchos millones de españoles, sobre todo jóvenes. Los movimientos de jóvenes lo han sabido expresar muy gráficamente en las manifestaciones callejeras de estos días con su lema "No vas a tener casa en la puta vida", lo que a lo mejor no gusta a muchos acomodados sin ese problema o a muchos detentadores de tribunas públicas. Pero ya lo saben los lectores: o nos tomamos estos problemas con absoluta seriedad y rigor o esos problemas terminarán sepultándonos.
Pedro Calvo Hernando.