MADRID 23 Oct. (OTR/PRESS) -
Mientras Rajoy duerme en su cama y los suyos se desgañitan, el presidente Zapatero ha tomado grandes decisiones tras asegurarse la estabilidad parlamentaria. El nuevo Gobierno, como Cospedal y Arenas aseguraban en la famosa conversación privada, es un gabinete fuerte, mucho mejor que el anterior y con gran proyección pública. Es más cosas: una apuesta muy acertada para luchar con eficacia contra la crisis económica y para recuperar el favor de su electorado, sobre todo para conseguir que el voto de izquierdas no se quede en casa, lo que sería suficiente para volver a ganar las elecciones. De Rubalcaba siempre dije que era el mejor de los políticos españoles de cualquier partido, con una capacidad de trabajo y con una dialéctica que en seguida sufrirá Soraya Sáenz de Santamaría en los rifirrafes del Parlamento. Ya no tiene sentido el debate de si el cambio debió hacerlo Zapatero antes o después. Las grandes decisiones políticas tienen una enorme fuerza por sí mismas, con independencia del momento preciso en que se tomen.
El PP se ha quedado sorprendido, confuso y extremadamente preocupado, cuando creían que todo el pescado estaba vendido y que la Moncloa era cuestión de seguir esperando sin hacer nada. Las ocurrencias de los dirigentes populares, empezando por Rajoy, al comentar el cambio de Gobierno, no pueden ser más simples e intrascendentes, más impropias de políticos de altura y con experiencia. Tienen derecho a decir lo que les venga en gana. No así el todavía alcalde de Valladolid, que no ha dimitido ni ha sido expulsado del PP después de sus incalificables agresiones verbales a Leire Pajín, la nueva ministra de Sanidad. Hasta el momento de escribir esta columna, Mariano Rajoy no ha dicho ni una palabra ni ha tomado la decisión de expulsarlo, muy en la línea de su habitual tratamiento de los temas políticos. Qué horror y qué vergüenza que ese señor esté al frente de una ciudad tan maravillosa y señera como es la capital de Castilla y León. Qué bochorno para tantos dignos votantes de la derecha, que seguro que se sienten anonadados por lo ocurrido.