MADRID 18 Mar. (OTR/PRESS) -
El escándalo de los trajes es sin duda el de menor entidad dineraria de todo el vendaval de corrupción que acogota al PP, total, unos milloncejos de nada. Y sin embargo es uno de los capítulos más vergonzosos, atroces y demoledores, tal vez por el increíble componente de cutrez, casposidad y desconsideración ética y estética, todo ello precedido del presunto, no faltaba más, aunque ese adjetivo hay veces que pierde todo su significado. Lo que no se entiende es que Francisco Camps no haya dimitido ya, por propia voluntad o por imposición de su partido y su presidente nacional. ¿Me quieren decir a qué esperan, con ese rollo estúpido de la presunción de inocencia, de los irracionales ataques al juez Garzón y ahora al parecer al sastre con nombre de torero, después de haber visto dimitir a Mariano Fernández Bermejo del ministerio de Justicia con ni una diezmilésima parte de motivos de los exhibidos por la trama Gürtel? Ese partido necesita urgentemente una revolución interna que lo limpie, que lo regenere, que lo acompase a los cánones de un funcionamiento democrático racional y normal.
Este país contempla atónito a la plana mayor y media del PP electrizada en el esfuerzo denodado por negarlo todo, acusar a los demás de intenciones y acciones horrendas y de emborronar el prestigio de personas e instituciones, mientras que no gasta ni un ápice de energía en indagar sobre la verdad de la trama o en exigir a los presuntos que den la cara, que justifiquen y expliquen sus actuaciones. Esa plana no está dando la mínima talla y está perdiendo toda la credibilidad ante el pueblo español. Se creen que esa deriva no va a tener un duro coste electoral porque en Galicia hayan ganado por la mínima gracias a esas campañas confusionarias de atribuir a otros lo que ellos han hecho siempre y siguen haciendo pero elevado al cubo. Y si con todo ganasen las europeas, tal cosa no demostraría nada, como no lo demuestra en Castellón y otros lugares en los que parece que la (presunta) corrupción obtiene un premio en las urnas. No creo que se repita la historia porque la gente española es sabia y equitativa.