MADRID 23 Dic. (OTR/PRESS) -
En su fuero interno, Mariano Rajoy sabe de sobra que su presentación pública de la reunión con Zapatero no refleja la realidad de la situación del proceso de paz ni seguramente lo que él de verdad piensa. Pero hay que decir también que su actitud es bastante menos incomprensible y agresiva que en anteriores ocasiones. El comienzo práctico de las conversaciones -la semana pasada- entre el Gobierno y la organización terrorista, junto al hecho incontrovertible de que son ya casi cuatro años sin asesinatos, van modulando la estrategia del supremo mando del PP, pese a los hechos violentos que se siguen produciendo y que constituyen la gran contradicción del mundo abertzale. Forzosamente, era más positiva la visión gubernamental, expresada por la vicepresidenta Fernández de la Vega, por la doble razón del respeto a la verdad y de la ausencia de interés político en subrayar las indudables dificultades del proceso. La impresión más profunda tras las reuniones Gobierno-ETA de la semana pasada es que ahora estamos mucho más cerca de la línea de irreversibilidad del alto el fuego etarra.
Las incertidumbres explicitadas por Rajoy han sido mucho menos numerosas que de costumbre y expuestas con menos fuerza y convicción. Si el líder de la derecha no tuviera encima el pesado fardo de su extrema derecha, del ex presidente Aznar y su FAES y de algunos medios informativos combatientes, estoy convencido de que ya estaríamos viendo a otro Rajoy, que es el que yo conocí otrora. Esperemos que cada día más que pase sin muertos y a medida que los diálogos con ETA se intensifiquen, el panorama político y psicológico que contempla el principal partido de la oposición irá cortando distancias del que contemplan el Gobierno y todos los demás grupos políticos y sectores sociales. En todo caso, hace falta un poquito más de comprensión por un lado y de generosidad por otro, pues aquí lo fundamental no son las bazas políticas o electorales que anden en juego sino la común y trascendental empresa de acabar para siempre en España con la sombra siniestra del terrorismo interior.
Pedro Calvo Hernando.